Santiago, 21 de Noviembre de 2011
Mediante
el monumental, magnífico y muy leal esfuerzo de preciados colaboradores y
amigos, se ha materializado este encuentro en el cual cada uno de Uds. han
tenido la amabilidad de honrarlo con vuestra presencia y cuyo objetivo no
persigue otro fin que el de reiterar públicamente la denuncia ante toda la
sociedad chilena de las constantes irregularidades de tipo moral, judicial,
político e histórico a las cuales ha sido sometido un sector no menor de
nuestra sociedad y sus familias, como lo somos aquellos que tuvimos la responsabilidad
de acoger el llamado -sin desearlo ni propiciarlo- de todo un pueblo y sus instituciones
-hace casi 40 años atrás- para liberarlo de la humillación, la opresión, la violencia
y la anarquía generalizada que asolaba a nuestra Patria en esos años.
Pero
el señalado esfuerzo de estos distinguidos y valientes compatriotas no solo se
ha limitado al objetivo descrito, sino que además ellos han deseado ir aún más
allá y es así como hoy además se presenta para vuestra disposición y conocimiento,
una cuarta edición -actualizada y complementada- del libro que ha escrito la
insigne literata, investigadora e historiadora, Sra. Gisela Silva Encina,
preciada dama chilena que tuvo a bien distinguirme con su delicada y fina pluma
como el personaje central de su escrito para ejemplarizar y personificar el
verdadero escándalo y vergüenza -nacional e internacional, para Chile- que ha
significado la concreción de la venganza que los otrora enemigos de nuestra
Nación, han descargado sobre aquellos que visten diferentes uniformes que los
identifican con las Instituciones existentes para la defensa de la sociedad a
la cual pertenecen y a la que deben proteger con sus vidas de amenazas externas
y, por supuesto, de las internas como lo fue en aquel período tan aciago de
nuestra orgullosa historia republicana y democrática.
Sras.
y Sres.:
Permítanme
abusar de su presencia para expresarles algunos profundos sentimientos que hoy
me invaden, los cuales expongo producto de la motivación y trascendencia que
encierra este acto.
No me han llevado las autoridades a la cárcel
sino a un verdadero campo de prisioneros políticos. Allí
enfrento un encierro inexplicable, junto a un determinado número de Soldados
entre los cuales - a la época de los hechos que constituyen las espurias
acusaciones de inexistentes presunto ilícitos- éramos jóvenes uniformados
subalternos como últimos eslabones de una larga y compleja cadena de mandos.
Mis subalternos, mis camaradas y yo, que
enfrentamos por ello gravísimas consecuencias personales -al igual que
nuestras inocentes familias- actuamos en
los sucesos de 1973 y años inmediatamente posteriores conforme a órdenes,
instrucciones, organización, métodos y preparaciones que nos habían sido
concedidas e inculcadas por el propio Estado y sus autoridades políticas
nacionales.
Pero, por sobre ello, actuamos bajo el
convencimiento sincero de que el empleo de la fuerza del Estado contra las
operaciones de guerra irregular y terrorismo que asolaban a
gran cantidad de países del orbe, ya
entronizadas en nuestra Patria, y definidas
por las políticas de defensa
nacional a contar de los años 1960, constituía por una parte un deber insoslayable
y, por otra, un ideal proclamado por las autoridades
democráticas del País de aquellas épocas.
En concreto, esta realidad y la férrea
doctrina y seriedad profesional que adorna a los integrantes de nuestras
Fuerzas Armadas y de Orden, corrobora con meridiana claridad que estas,
nuestras instituciones permanentes de la República, jamás han sido “golpistas”
ni mucho menos “gorilas”, como peyorativamente se han denominado a los golpes
de estado ocurridos en muchos países de nuestro continente. Luego, en Chile, el
11 de Septiembre de 1973, no ocurrió un “Golpe”; fue, legítima e institucionalmente
una Intervención Militar exigida por el clamor de todo su pueblo y avalada por dos de los Poderes más importantes
que constituyen la organización administrativa de la Nación: El Poder Legislativo
y el Poder Judicial
Esta situación, lamentablemente, derivo
en una acción cruenta, producto de la inusitada violencia e intransigencia de
aquellos que voluntaria e ilegítimamente resolvieron elegir el camino de las
armas y el terror para imponer por la fuerza una filosofía extranjera, tan ajena
a nuestra concepción cristiana occidental y que tantos millones de víctimas en
el mundo, ya tenía a su haber. Bajo mi personal percepción, subrayo con
absoluta sinceridad que fue una situación en extremo lamentable, pues esa
actitud de violencia derivó en un enfrenamiento entre connacionales y, no les
quepa la menor duda que el corazón de cada Soldado de nuestras Instituciones,
se contrajo severamente cuando este uniformado se vio obligado a hacer uso de
su arma, para cumplir con la misión impuesta por mandato constitucional y -simultáneamente-
lograr salvar su propia vida ante la agresión desmedida e irresponsable de la
que era objeto.
Formados profesionalmente como
militares sabemos observar el devenir nacional desde la exclusiva perspectiva
del deber, por sobre cualquier consideración personal, partidista o religiosa.
Así, constato que en el Chile actual recrudece con apariencias distintas pero
una misma sustancia, el enfrentamiento ideológico e intransigente del ayer, que
busca de una forma u otra quebrar a nuestra sociedad y hacerse, por uno u otro
grupo, del poder social y político total.
Hoy, no hay justicia para los Soldados
de 1973, como es el caso de mis subalternos, de mis camaradas y mi propia
realidad, permitiéndose sobre nosotros la
venganza del adversario derrotado de ayer.
Respetados asistentes a este evento:
En este punto quiero ser muy preciso y
categórico: me estoy refiriendo a mi caso específico, a mis acciones, a mis
experiencias y a mis conocimientos a los cuales tenía acceso de los sucesos de
aquellos años, no correspondiéndome opinar o juzgar sobre determinados hechos
que han sido formalmente investigados, eventualmente comprobados e incluso
reconocidos públicamente por los propios afectados.
Obviamente que asumo mi total
responsabilidad frente a cada acción realizada y ejecutada por mis subalternos,
pues ellos cumplieron mis órdenes y doy fe que ninguno de ellos cometió delito
alguno y si determinada autoridad ha presumido un mínimo grado de supuesta o
eventual culpabilidad de alguno de ellos, el responsable soy yo.
Para los incrédulos y a los que
acostumbran opinar sin conocer la verdad o a generalizar culpabilidades, los he invitado insistentemente a
sumergirse en los detalles de los cientos de tomos que componen las diferentes
causas en las que me han involucrado y por las cuales me han sometidos a múltiples
condenas y procesos, basados en premeditadas e ilegales declaraciones y contra
declaraciones de los propios violentistas del ayer, pese a lo cual, no hay
absolutamente ninguna responsabilidad comprobada respecto a algún hecho o acto delictivo
motivo de mi juzgamiento.
No en vano pasé durante años deambulando
por diferentes juzgados, para llegar hoy a ser hecho prisionero por
"fundadas presunciones" que solo están en la mente de extraños administradores
de la justicia que me acusan de grotescos e irreales "secuestros
permanentes" que sencillamente no existen y no entiendo.
Está
jurídica y legalmente mil veces comprobada mi inocencia, y la de mis
subalternos, de los cargos que me han formulado, con el agravante que existen
actualmente en Chile leyes totalmente vigentes que me benefician, incluso en el
caso hipotético de que yo efectivamente hubiese cometido los peregrinos delitos
de los que me hacen responsable durante mi destinación en un organismo de seguridad
creado precisamente para contrarrestar el terror, organismo al que fui
destinado por orden de la superioridad de mi Institución a partir del mes de
Agosto 1974 y hasta el año 1976 en mi condición de Teniente de Ejército y
durante mi primer año de Capitán. Lamentablemente, determinados Jueces,
amenazados y/o presionados por los
gobiernos posteriores al Gobierno Militar, han
transgredido las leyes y no han respetado ni el espíritu ni la letra de estas
leyes, procediendo a procesarme y a encarcelarme, basándose -repito-
exclusivamente en los antecedentes que los propios extremistas les han
proporcionado. Como ejemplo de esta prevaricación e injusticia, les cito que el
Juez que más procesos y condenas me ha formulado, nunca me ha interrogado. No
lo conozco ni lo he visto nunca personalmente. En lo expuesto, se basa mi
irrenunciable lucha por mi inmediata libertad, por la de mis subalternos y por
proporcionar a nuestros amados seres queridos el más que merecido sosiego en
sus respectivos atribulados corazones.
En
fin; cierro este tópico, por cuanto
considero que mi Abogado defensor lo expondrá en mejor forma que yo.
Mi
vida en los últimos casi 7 años -hasta ahora- ha transcurrido en prisión,
privado ilegal, ilegitima e inconstitucionalmente de libertad, por supuestos
cargos nunca comprobados relacionados con ciertos delitos cometidos en contra
de los “Derechos Humanos”, concepto muy loable, pero muy torcidamente utilizado
y degradado en Chile por parte de los seguidores criollos de aquella filosofía
que tanto mal causo a la humanidad.
Definitivamente
hoy, en Chile, no existe el respeto por el Estado de Derecho, cuando de militares
se trata en situaciones similares a las mías. En consecuencia, Uds. podrán
comprobar que Miguel Krassnoff no
necesita de perdones, misericordias, favores, indultos o leyes especiales para
obtener su libertad. Solo necesita que
se cumpla con la ley que actualmente rige en Chile para todos los chilenos y
nada más. Parece un absurdo, pero es así.
Una
desconcertante situación: ¿Han observado Uds. como a nivel internacional actualmente se combate al terrorismo y se
distinguen a los que lo combaten? Pues en Chile es todo lo contrario: terroristas
y violentistas confesos: libres, con amplia tribuna comunicacional y
reconocidos oficialmente como “víctimas” o como “empresas”. Los que los
combatimos y neutralizamos: presos, perseguidos y catalogados como “violadores
de los derechos humanos”. ¡El mundo al revés! ¿Logran Uds. comprender esta
incongruencia? Yo no lo puedo entender.
Les
destaco que Chile también tuvo su trascendental 11/9 – tal como se conmemora
mundialmente los criminales alcances del terrorismo que afectó las Torres
Gemelas en EE.UU- y nadie recuerda este
hecho histórico nacional que abrió las puertas a la libertad de la humanidad.
Cada 11 de Septiembre se realizan en nuestro País manifestaciones violentas sin
sentido, evocaciones y homenajes públicos de dudosa moralidad y sensibilidad para
los abatidos de antaño, los que fueron precisamente los directos responsables que llevaron a este País
a la catástrofe más vergonzosa de su historia republicana y al enfrentamiento entre
los habitantes de la misma tierra. ¡Ni una sola palabra para recordar a casi un
millar de militares asesinados por hordas terroristas –nacionales y
extranjeras- que asolaban a Chile y a su pueblo en aquella época, ni mucho
menos para esos cientos de inocentes víctimas de compatriotas civiles, en
circunstancias que las preciosa vidas de todos ellos fueron ofrendadas por y
para la libertad de esta amada Patria y su respetado pueblo; sacrificios todos entregados
para legar a nuestros hijos y a los
hijos de ellos un futuro más promisorio, más justo y en paz, diferente a la
época que debió enfrentar la generación
de sus padres y sus abuelos.
Distinguido
público presente:
Pese
a los momentos poco gratos que he debido afrontar junto a mi leal, valerosa,
estoica y amada Esposa -María de los Angeles, aquí presente-, hijos y familia
toda, hoy mi espíritu está alto; la
Fe en Dios más consolidada que nunca y la convicción de haber
luchado por una causa más que justa y correcta, intacta. Les adelanto que en mi
corazón no tienen cabida conceptos tales como la resignación; conformismo o la
aceptación de la existencia de un
imaginario y desatinado péndulo político-social -tan característico en el
ideario de la opinión pública nacional- que hoy indicaría que como otros sufrieron
antes, entonces ahora me toca sufrir a mí. ¡Inaceptable!
En
este punto, y saliéndome un poco de libreto al permitirme tenerlos a todos Uds.
como testigos de fe de mis dichos, también deseo plantear que a pesar de todo
lo tan injusto que ésta mi actual
situación significa, en mi mente y en mi alma, en las de cada uno de mis seres
queridos, en las de mis subalternos y, seguramente, en las de todos los Soldados,
tampoco tienen cabida nociones tales como el odio, la venganza, cierto
hipotético afán de revanchismo u otro sentimiento ajeno que se contraponga a la
ansiada paz, justicia, real convivencia nacional o atente contra la libertad y
la democracia, valores estos últimos que tanto sacrificio significo para todos
restaurar en Chile. Esto se los expongo con la misma íntima convicción y
firmeza con la que señale mis aseveraciones anteriores.
¿La
razón de dichas fortalezas y convicciones?
En
primer lugar soy un Cosaco, por lo que
tengo un legado muy serio por el cual responder que me dejaron mis padres y
abuelos, antepasados que rindieron sus vidas
a manos de un sanguinario adversario en otras latitudes por razones y
causas similares contra los que yo tuve
la misión de combatir en esta tan preciada tierra chilena; seguidamente hoy soy
un Oficial Superior de nuestro querido e inolvidable Ejército de Chile, por lo
que también debo responder en forma muy seria, particularmente en lo que se
refiere a nuestra intocable estructura valórica y tradición histórica; a
continuación he sido formador de muchos Oficiales y Soldados y Comandante de
distinguidos y valientes subordinados, algunos de los cuales rindieron su vida,
convencidamente, por las ordenes que en su momento debí emitir y, finalmente,
soy un esposo, padre de familia y abuelo, maravilloso conjunto al cual debo responder
con el máximo honor, valor, lealtad, amor y consecuencia, pues tanto mi querida
esposa, como el resto de los integrantes de este tesoro familiar con el cual
Dios me ha premiado, han sido el factor más trascendental que me ha motivado
para estar permanentemente fortalecido física y anímicamente para enfrentar
estos períodos un tanto duros que he debido vivir. El irrestricto apoyo y
notable actitud demostrada por todos los integrantes de esta mi familia, no me
permiten bajo ningún punto de vista ser menos que ellos en ninguno de los
aspectos o circunstancias que deba desafiar; todo ello sin perjuicio de
mantener aún la esperanza que el Sr. Presidente de esta República cumpla con su
público compromiso de hacer respetar las leyes y la justicia en Chile para que
estas rijan por igual para todos los chilenos que tenemos la bendición y
responsabilidad de habitar esta maravillosa tierra.
A
todo lo anterior, me hago un deber de dejar expresa constancia de la
trascendencia que han tenido las permanentes manifestaciones de real y sincero
afecto, preocupación, aliento y simpatías demostradas por una infinidad de
amigos y conocidos que no han escatimado esfuerzos por expresarme su confianza
y cariño, especialmente para mi familia, pues ésta también está viviendo
situaciones en extremo angustiosas y dolorosas.
En
este contexto, como si todo lo precedente no fuese suficiente para corroborar
las razones de mi actual sincera convicción, resulta que ahora Uds., mis muy
respetadas, dilectas y en extremo amables personas que asisten a este acto,
coronan mis sentimientos de gratitud al Altísimo, con vuestra notable actitud
al dedicar parte de su valioso tiempo, para complementar con su presencia el
tan importante aliento para este Soldado que solo ha pretendido cumplir con su
deber, conforme la Patria se lo demandó cuando así fue necesario.
Me
siento orgulloso de ello, pues sumado a lo latamente expuesto, Uds. confirman
mi confianza en que esta odiosa e inexplicable ignominia tendrá un fin mucho
más tempano que tarde y el bien y la verdad prevalecerán sobre el mal, la intriga,
la mentira, la venganza y la vergonzosa cobardía que hoy campea en tantos
importantes estamentos de nuestro País para
defender con coraje y voluntad los valores morales y espirituales que siempre
han caracterizado a nuestra sociedad.
Sin
duda que
muy pronto llegara
el día en que Dios nos hará conocer a todos la verdad y la justicia completa. Ese
día no lejano me encontrará, como ayer, hoy y siempre, asistido
con un alto temple y los valores inapresables del Soldado chileno.
Finalizo
reiterando de la mejor forma de la que soy capaz de expresar mi gratitud: ¡mil
Gracias a todos y a cada uno de Uds.!
Ruego transmitan estos sentimientos de impagable agradecimiento a cada componente
de vuestras respectivas distinguidas familias, indicándoles que repito mi reconocimiento a Dios y a toda su Corte
Celestial, por permitir que mi familia y yo, contemos con la ternura con la que
Uds. -mis queridos amigos organizadores de este evento y vosotros, los asistentes-
nos han honrado.
Les
saluda con sincero y particular afecto, junto con un muy serio y profundo
compromiso de gratitud,
MIGUEL KRASSNOFF MARTCHENKO
Brigadier de Ejército