Carta de un Sacerdote al Brigadier Krassnoff





“Con la ayuda de muchos Pilatos, estos hombres, los izquierdistas, los marxistas, los más grandes asesinos de toda la historia de la humanidad; enarbolando -a falta de Dios y ley- la hipócrita bandera de los llamados “derechos humanos”, ponen sobre sus hombros la Cruz de un juicio y condena injustos, ponen sobre sus hombros la Cruz de Cristo. Y usted ha sabido llevar esa Cruz con resolución y valor inquebrantables”.





Señor Brigadier                                                 
don Miguel Krassnoff M.
Presente.


Muy estimado Brigadier:


Es para mí un honor y un motivo de profunda alegría, el poder saludarlo con ocasión de su cumpleaños, deseándole que Dios le conceda todas sus gracias y lo proteja siempre.

No podría dejar pasar la oportunidad de agradecerle con toda el alma los grandes servicios que  usted ha prestado a Dios y a la Patria, al combatir y vencer a los que querían privar a Chile de la fe y de la libertad.

Esos mismos traidores, temerarios, soberbios, maldicientes, despiadados, inhumanos, enemigos de todo bien, desleales, calumniadores (2 Tim 3, 2-4), mentirosos, hipócritas y cobardes, esclavos e instrumentos del Demonio; están ejecutando contra usted un plan de venganza a fin de dar alguna satisfacción a su odio insaciable.

Porque ellos, y el espíritu del Mal que los inspira, no pueden sino sentir una aversión profunda y radical por todo lo que usted representa: el ideal del militar cristiano, la nobleza de alma y de sangre, el sentido del honor, el auténtico patriotismo, la lucha por los principios inmortales. Intentan quitarle todo lo que pueden: la honra, la libertad física. Sin duda le quitarían la vida si pudieran.

Mentiras, injusticias y crímenes son las únicas cosas que saben hacer, pues cumplen la voluntad de su padre, que es mentiroso y padre de la mentira y homicida desde el principio (Jn 8, 44). Recuerdo las palabras que dijo un Santo a su enemigo: “Podéis quitarme la vida, pero más que eso no podéis”. Hagan lo que hagan, ellos jamás podrán quitarle el honor,  jamás podrán hacer que usted se rinda, jamás lo podrán vencer.
                                                                                                                                                                                                                                                                                         
Sus ciegos perseguidores no se dan cuenta que haciéndolo pasar por este via crucis, no hacen sino engrandecer su figura hasta alturas insospechadas. Queriendo destruirlo, lo llevan por el camino glorioso de los mártires y de los santos.

Con la ayuda de muchos Pilatos, estos hombres, los izquierdistas, los marxistas, los más grandes asesinos de toda la historia de la humanidad; enarbolando -a falta de Dios y ley- la hipócrita bandera de los llamados “derechos humanos”, ponen sobre sus hombros la Cruz de un juicio y condena injustos, ponen sobre sus hombros la Cruz de Cristo. Y usted ha sabido llevar esa Cruz con resolución y valor inquebrantables.

Señor Brigadier: usted está escribiendo nuevas páginas de gloria para nuestro glorioso Ejército. Con su constancia en el combate y siguiendo fielmente el ejemplo brillante de sus heroicos antepasados, usted vence a nuestros adversarios nuevamente.

Que nuestra Madre Santísima, la que con su pie aplastó y destrozó la cabeza del jefe de nuestros enemigos, lo guíe y conduzca hasta el Cielo. Ella, vencedora del demonio y Madre de  Cristo, vencedor absoluto y eterno, le alcance a usted la gracia de vencer hasta la muerte. 

“Y se hizo la guerra en el cielo: Miguel y sus ángeles combatieron contra el dragón, y combatía el dragón y sus ángeles, mas no prevalecieron, y no se halló más su lugar en el cielo. Y fue precipitado el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama Diablo y Satanás, el engañador del universo. Arrojado fue a la tierra, y con él arrojados fueron sus ángeles. Y oí una gran voz que decía: … ha sido precipitado el acusador de nuestros hermanos (Apoc. 12, 7-10).

En Cristo Señor Nuestro, el Camino, la Vida y la Verdad que nos hace libres; con profunda gratitud e incondicional adhesión,

                                                                   Padre Miguel

Santiago, 15 de febrero de 2008