Libro sobre Miguel Krassnoff: discurso de doña Gisela Silva Encina





DISCURSO PRONUNCIADO POR

LA HISTORIADORA DOÑA GISELA SILVA ENCINA

CON OCASIÓN DEL LANZAMIENTO Y PRESENTACIÓN DEL LIBRO

“MIGUEL KRASSNOFF, PRISIONERO POR SERVIR A CHILE”


5 de diciembre de 2007









Queridos amigos Alfonso Márquez de la Plata y Hermógenes Pérez de Arce

(…)

María de los Ángeles de Krassnoff, amiga querida:

No podría dejar de mencionarte en esta oportunidad en que nos encontramos reunidos tantos amigos de Miguel. Todos sabemos cuanto has significado tú en su vida, y más que nunca ahora, en su dura condición de prisionero.

Estoy segura de que todos los que están esta tarde aquí, y todos los que los conocen a ustedes, comparten mi opini6n: no sólo tu familia; también nosotros, los amigos de Miguel, te estamos agradecidos por tu abnegación sin limites y por tu fortaleza y energía para defender a tu marido, en estos años amargos en que se han ensañado en él, el odio, la calumnia y la ingratitud.

Mi amistad con Miguel Krassnoff nació hace años atrás, de mi interés por la historia de su familia. Yo ya conocía, aunque en forma incompleta, la historia de los Krassnoff, caudillos cosacos que con una tenacidad indomable habían luchado en contra de la tiranía comunista.

Cuando Miguel fue finalmente condenado a prisión, nuestra amistad continuó con mis visitas periódicas a la cárcel, donde conversábamos largamente con él y con Angie. Allí aprendí a conocerlos mas profundamente y a apreciar el gran valer moral de ambos.

A comienzos de este año, Miguel me pidió que escribiera la historia suya y de su familia. Su intenci6n era dejar un testimonio verídico de lo que había sido su vida y la de sus mayores, para que el día de mañana sus descendientes conocieran la verdad. Era esta una aspiración muy legítima, puesto que su nombre había sido difamado y convertido, por los medios de comunicación, en sinónimo de delincuente.

En verdad, la calumnia y las sentencias de jueces inicuos, han llegado a ocultar al verdadero rostro de Miguel, hasta a desfigurarlo completamente ante millares de sus compatriotas. Y al mismo tiempo, la manipulación sectaria de nuestra historia reciente, ha logrado que la deuda que los chilenos tenemos para con este oficial, que arriesgó repetidas veces su vida por nosotros, haya desaparecido de la conciencia de las mayrías. Pero había en la vida de nuestro oficial, otra verdad silenciada: la tragedia de Lienz, en la que todos los suyos fueron enviados a la muerte, y solo por voluntad de la Divina Providencia, Miguel, próximo a nacer, su madre y su abuela, alcanzaron el milagro de sobrevivir. Los dos temas centrales del libro que Miguel me proponía escribir, eran pues dos rectificaciones históricas. La de su vida, íntimamente relacionada con la historia nacional. Las de sus mayores, vinculadas a la historia universal, a través de la II Guerra Mundial.
Para mí la petición de Miguel era un desafió mayor, pero era también un deber ineludible. Lo era, no sólo por la convicción que tengo de su total inocencia, sino también por la admiración y el afecto que despiertan su rectitud moral, su patriotismo sin alardes, la dignidad y la fortaleza con que él y todos los suyos han enfrentado la adversidad.

Finalmente, no es necesario decirlo, porque todos lo sabemos, - en lo que se refiere a las condenas arbitrarias de que ha sido víctima el Brigadier Krassnoff - ésta es una parcela de la realidad que están viviendo hace ya años nuestros hombres de armas.

Son muchos los que están injustamente privados de libertad. Los que viven a diario a la espera de una sentencia condenatoria, preconcebida de antemano. Los que saben que para ellos no rige ninguna de las medidas que el derecho contempla para proteger al acusado. Cualquier iniquidad puede caer sobre ellos como sentencia inapelable, sin que se levante una sola voz para defenderlos.

Son muchas las victimas de estos abusos. Y en la familia militar el dolor de los demás se siente como propio. Pero además, todos los miembros de nuestras Fuerzas Armadas han recibido la ingratitud como pago de su servicio a Chile y los chilenos. Saben que, mientras se condena a los suyos, se indulta a guerrilleros y terroristas. Que les han vuelto la espalda los mismos que ayer los llamaron a protegerlos de la amenaza marxista. Que sus compañeros que cayeron ayer, en la lucha por la libertad de Chile, han recibido como pago el silencio y el olvido de sus compatriotas. Por eso quisiera que este libro y mis palabras de hoy - aun en su modesto alcance - fueran un desagravio por tanta cobardía.

Quisiera hacerles saber a nuestros hombres de armas, que hay también muchos chilenos que no hemos olvidado. Que sabemos que el gobiemo militar fue uno de los más exitosos y mas logrados de toda nuestra historia. Que lo que ellos hicieron por Chile en esos años tan difíciles, no ha podido ser destruido ni siquiera por el odio de sus enemigos.

Somos muchos los que cuidamos en silencio la llama de nuestra gratitud. Porque no tenemos tribuna donde hacernos oír. Porque quienes debieran ser nuestros portavoces, han asumido actitudes que no nos representan. Por eso es para mí un deber manifestar aquí la gratitud de estos chilenos que no tienen voz, pero que se expresan a veces en forma inesperada. Como cuando murió el General Pinochet, y formaron largas colas, día y noche, para despedir sus restos mortales.

Era su manera de decir: “¡Gracias, General!”

“No lo hemos olvidado.”

“Ni hemos creído nunca en la campaña mundial de calumnias que ha pretendido desfigurarlo, cubriéndolo con la máscara de un tirano, un asesino y un profitador.”

Este libro que hoy se entrega al público, quiere ser en mi intención un homenaje a la grandeza de alma del Brigadier Krassnoff y, a través de él, a todos nuestros oficiales y suboficiales que, como él, son víctimas del odio y la venganza.

Quiera Dios que estos días oscuros que vivimos sean breves, y que el alma de Chile se abra otra vez a la luz de la esperanza, a la fidelidad a nuestras tradiciones, y a los valores de nuestra fe cristiana, que nos hermane a todos en el perdón y la paz.

Muchas gracias.