Biografía 6/7


SEXTA PARTE:



LA HORA DE LA VENGANZA MARXISTA


El caso en cuestión por el cual había sido citado a los tribunales, se originaba en una querella presentada por  la detención, a inicios de 1974, de un tal  señor Chanfreau -de aparente ascendencia francesa y miembro del Comité Central del movimiento terrorista MIR- de quien no se había tenido noticias desde entonces. Era uno de los casos conocidos como de “detenidos desaparecidos”.

Durante el tiempo que don Miguel estuvo sometido a la investigación, la Ministra le reconoció personalmente que le constaba su absoluta inocencia, que sabía que él no tenía nada que ver en toda esa situación. Le confidenció que, por el contrario, ella había comprobado que sus actuaciones habían sido siempre correctas. Lo anterior, se reforzaba con episodios realmente impresionantes de los cuales ella, junto a su actuario, habían sido testigos.
Luego de tres o cuatro días de careos con personas que el Coronel Krassnoff no había visto nunca antes en su vida, no se había hecho ninguna acusación que lo incriminara, ningún cargo, ni nada parecido. Esto, obviamente, no llamó la atención de don Miguel. Estaba seguro de su propia inocencia. Por lo demás, los cargos por los cuales se pretendía inculparlo, iban tan en contra de su propio espíritu y manera de ser, que, en la práctica, era absolutamente imposible, no sólo probarlos, sino también que los hechos hubieran siquiera sucedido.
Él nunca negó que hubiera trabajado en la DINA. Habría sido un absurdo hacerlo, desde que su destinación a esa unidad se llevó a efecto por los mecanismos regulares. Esto es, se publicó en el Boletín Oficial del Ejército, documento que dentro de los ámbitos castrenses es de general conocimiento. Durante el tiempo que sirvió en tal repartición, como Oficial Subalterno que era, se limitó a cumplir -de modo profesional y de acuerdo a la moral- las órdenes de sus superiores. En tal cumplimiento, desde su puesto de asesor, jamás tuvo funciones operativas determinadas. Estas ocurrieron sólo porque  actúo en la vía pública  para comprobar la información recibida, tal como lo dispone el denominado ciclo informativo. Jamás recibió ni dio instrucciones de torturar o de aplicar métodos similares o de hacer “desaparecer” a persona alguna, ni menos lo hizo por iniciativa propia. Contra ello iba su propia naturaleza ética de soldado y de caballero, además de ser actos, a su juicio, absolutamente innecesarios. Dadas las características de la guerra interna que se libraba, la mayor fortaleza de los grupos terroristas residía en el clandestinaje. A esto se agrega el hecho que, salvo los dirigentes, muchos de los cuales habían sido entrenados en Cuba o en Alemania Oriental, como ellos mismos han manifestado, el entrenamiento de los terroristas era bastante precario. Contaban con excelente armamento y explosivos, pero no con la capacidad militar ni espiritual como para mantener su lucha en condiciones adversas. Por lo mismo, una vez descubierta un célula subversiva o capturados sus integrantes, sin necesidad de ninguna coacción, estaban dispuestos a entregar la información que las unidades antisubversivas requerían. Cada vez que le correspondió tomar un interrogatorio, el Teniente Krassnoff procedió de la única manera que sabía hacerlo. Esto lo hizo ampliamente conocido por todos los terroristas, pero al mismo tiempo lo libera de cualquier responsabilidad. Más allá de vestir de civil, como en todo el mundo lo hace el personal que trabaja en el área de inteligencia, él iniciaba cualquier interrogatorio identificándose previamente frente al detenido, con su Tarjeta de Identidad Militar, única identificación  que siempre poseyó y utilizó.
Aparece así la evidencia que, el entonces Teniente Krassnoff y sus subalternos, jamás supieron o pudieron tangencialmente conocer la ejecución de actos o hechos que se tradujeran en desapariciones ilegales de personas o en tratos aberrantes hacia ellas. No obstante, esto es lo que periódicamente suele publicarse en diferentes medios de comunicación. Especialmente cuando dicha información es “oportuna y políticamente correcta”. Cuando es difundida en medio de circunstancias adversas, por otras causas, a las líneas políticas del gobierno de turno o de la izquierda en general. Se pierde así el respeto a la entendible sensibilidad de los deudos y la objetividad histórica y seriedad con que debiera tratarse estas materias. También al honor de un soldado.
Ya en la década de los 80, cuando la prensa de oposición al Gobierno Militar comenzó a relacionar al entonces Mayor o Teniente Coronel Krassnoff con ciertos hechos, él llamó la atención de ello a sus superiores. Principalmente era información entregada por supuestas víctimas de atropellos a los derechos humanos. Como tal, estos antecedentes tenían una doble intencionalidad. Es evidente que se perseguía un fin político inmediato. No obstante y más allá de estas consideraciones, lo cierto es que en aquellos hechos, en los cuales se atribuía responsabilidad a Krassnoff, de ser reales, no tenían ninguna vinculación con su persona.
Preocupado sin embargo por estas alusiones, Miguel Krassnoff solicitó a sus superiores la adopción de las medidas legales pertinentes. Más allá de las posibles responsabilidades políticas o penales, que en esos años, en los hechos, no era factible exigir, le preocupaba que se mancillara su nombre y su honra, así como la de sus subordinados de la época. Los mandos del Ejército conocían perfectamente la carrera profesional del oficial. Sabían así mismo de su comportamiento, de sus calificaciones y de su indiscutida hoja de vida. De hecho, había sido normalmente ascendido en los grados correspondientes y jamás se había recibido reclamo alguno respecto a sus actos. Pero, muy por sobre esto, sabían de la imposibilidad material que Krassnoff hubiera participado en circunstancias, momento y lugares en los cuales simplemente no había estado.
Sin embargo, por motivos que Miguel Krassnoff no cuestiona, y tal vez atendiendo a razones superiores de política nacional, la Institución no reaccionó como se solicitaba. Lo que se pedía era simple: enfrentar judicialmente las injurias y calumnias que se propagaban acompañadas de publicidad.


LA SORPRENDENTE DECLARACIÓN 
DEL EX MIRISTA ERIC ZOTT

En los careos sostenidos ante la Ministra en Visita Gloria Olivares, a partir de Octubre de 1992, se produjeron hechos insólitos. Un día, estando él sentado en el despacho de la magistrado y vestido con su uniforme de coronel, le comunican que será careado con un testigo clave, quien acababa de llegar desde Londres. Cuando entró a la oficina tal persona, le pareció conocido su rostro, aún cuando no logró identificarlo. “Buenas tardes”, dijo el recién llegado, de pie en el umbral de la puerta. “Señor, ¿Usted conoce al coronel que está sentado aquí? Tome asiento, por favor”, le respondió la Ministro. No, no me voy a sentar, gracias.”  El Coronel Krassnoff creyó que el hombre iba a iniciar la misma verborrea de falsedades ya latamente escuchada con anterioridad. “Señora, mi nombre es Eric Zott.” En este momento, el oficial logró reunir el rostro y el nombre. Por cierto que sabía quién era, aunque nunca antes había tenido la oportunidad de verlo personalmente.
Él había sido, durante los tiempos más crudos de la lucha anti-terrorista, el jefe del MIR en la Región de Valparaíso, cercana a Santiago y miembro de su Comité Central. En esa época no lo había conocido personalmente, por cuanto su área de trabajo era Santiago. Pero, ciertamente, había visto cientos de veces su nombre en diversos informes y había visto su foto. “Mire, señora Ministro, son la una diez de la tarde. A mí me invitaron a esto, a participar en este proceso como testigo. Al saber que se trataba del señor Krassnoff, acepté de inmediato. Felizmente me pagaron el pasaje, la estadía y todo. Mi avión aterrizó, aproximadamente, a las once de la mañana. Yo vivo en Londres actualmente y  trabajo en la BBC. Pero no estoy aquí para lo que usted cree señora Ministro, yo vine exclusivamente porque quería conocer personalmente al, en esa época, señor Teniente Krassnoff. Pese a no haber tenido jamás ningún contacto con él, quería conocerlo. A este señor yo no lo vi nunca antes, para que usted sepa, señora Ministro. Que quede claro, él no me detuvo, ni me torturó, ni nada. Sin embargo, mientras yo estaba en actividades, cuando estaba a cargo del MIR en mi región, escuché hablar mucho de él. Porque él, evidentemente, cooperó bastante en  nuestra derrota.” El Coronel Krassnoff miraba de reojo. “En nuestras conversaciones clandestinas internas se hablaba mucho del Teniente Krassnoff. Él hizo, realmente, un trabajo de inteligencia. Conversó  mucho con cada uno de los capturados, habló mucho con los nuestros. La verdad es que yo no tuve acceso a ninguna información relacionada ni con tortura, ni con nada parecido, practicada o supuestamente practicada por el entonces Teniente Krassnoff, que es el Coronel que está sentado aquí. Por eso me llamó mucho la atención, porque realmente con su trabajo quebró muchos compañeros nuestros. Muchos terminaron delatando depósito de armas, depósitos logísticos, casas de seguridad. Por nuestras redes me llegó también la información sobre la historia de su familia. Con todo respeto, mi Coronel, qué carajada le hicieron los marxistas a su familia, ¿no? Me interesó tanto esto que, tras ser detenido, cuando fui expulsado y exiliado del país, decidí irme a Austria.  ¿Sabe por qué escogí Austria? Porque quise comprobar la historia del Teniente Krassnoff. Efectivamente, me fui a Austria, porque usted nació en el Tirol, ¿cierto?” “... Sí, efectivamente...”, respondió el oficial. “¿Y fue bautizado en la Iglesia de San Miguel?” “......” “Yo vi su partida de nacimiento, señora Ministro. Nació ahí. Vi también un monumento a los caídos, a los Cosacos, a los combatientes del Ejército Ruso Blanco, caídos y traicionados por los ingleses y entregados a los soviéticos. Eso fue una barbaridad, eso fue un holocausto. Los soviéticos se encargaron de liquidar a toda una casta, una casta privilegiada, hombres intelectuales, gente guerrera, que representaba la máxima tradición del alma rusa. Ellos los martirizaron. Al papá y a tíos, abuelos, el suegro de mi Coronel, que está sentado aquí, se los llevaron después a Moscú. Estuvieron dos años en la cárcel de Luvianca. ¿Sabe usted, señora, que le ofrecieron al papá y al abuelo trabajar para los marxistas y que ellos se negaron? ¿Sabe que fueron colgados y sus cuerpos fueron hechos desaparecer? ¿Sabía usted esto, señora Ministro?” El Coronel, ante este insólito testimonio de la supuesta parte contraria, escuchaba atónito sin decir palabra. La sorpresa había también alcanzado a la Ministro y a su actuario, quienes no podían dar crédito a lo que escuchaban. Menos considerando que era la declaración de un ex jefe del MIR. “Ya le conté que en la actualidad yo trabajo en la BBC de Londres. Nosotros estamos esperando obtener la autorización de desclasificación de los últimos documentos de la Conferencia de Yalta. Este fue el último de los horrendos crímenes cometidos por los aliados y manejado por Moscú. Esto no puede quedar en la impunidad. Nosotros, la BBC de Londres, estamos esperando la desclasificación de los documentos, porque vamos hacer un documental al respecto. Señor Krassnoff, aquí tiene mi tarjeta. Señora Ministro, usted me va a perdonar, pero yo tengo vuelo a las cuatro de la tarde. Señor Coronel, con todo respeto,  ha sido un honor, me tiene su disposición, lo que se le ofrezca. Con permiso. Hasta luego.”
El Gobierno Británico está consciente del enorme peso político que tendrá la desclasificación de tales documentos. Sabe que ello develará su responsabilidad en las miles de muertes que se produjeron tras la Conferencia de Yalta. Por ello, han ampliado reiteradamente el plazo de desclasificación. La prensa internacional ha comunicado al respecto que el plazo original de treinta años fue primero ampliado a cincuenta y luego a setenta años.
No fue este el único testigo que logró sorprender tanto a los magistrados como al Coronel Krassnoff. Eran los testigos aportados por los querellantes, pero tras sus declaraciones nadie sabía en realidad, al tenor de sus dichos, de que parte estaban. O más todavía, no sólo exculpaban al Coronel Krassnoff de todas las acusaciones, sino se mostraban como férreos partidarios de él.

OTRO TESTIGO SORPRENDENTE

En una oportunidad le correspondió ser careado con otro de los testigos aportados por la parte acusadora. Al llegar este señor, lo hace con gran libro bajo el brazo. Entra a la oficina, se sienta y antes que se le hiciera ninguna pregunta comienza a hablar. “Yo, señor, lo conozco muchísimo... – le dice al Coronel – Usted no tiene idea con quien está hablando, señora. Porque este caballero es de una inteligencia que usted no se imagina.  Yo le he seguido la pista a este caballero desde que lo conocí.” “¿Y cómo lo conoció usted? ¿Fue usted detenido?”, interrumpió la magistrado. “No nunca he sido detenido”, respondió el testigo. “Pero, entonces, ¿Este caballero a lo mejor lo golpeó a usted?” “No, señora. Él jamás haría una cosa así”, prosiguió. “Lo que sucede es que una vez, en enero del 74, leyendo en el diario El Mercurio, vi la foto de este caballero, que era Teniente. Aparecía en la escalinata de un avión, en el aeropuerto. Sale entre un grupo de oficiales que viajaban a Panamá, a la Escuela de las Américas,  con el curso de oficiales que había recién egresado. Uno de los oficiales que figuraba y que salía con nombre, era Miguel Krassnoff Martchenko. A mí me llamó mucho la atención el nombre de este caballero y empecé a estudiar su historia. Y, ¿sabe usted, señora?” Y comenzó a relatar la historia de los Krassnoff y de los Cosacos y de la muerte del padre y del tío abuelo del Coronel en la Plaza Roja. La Ministra Olivares no entendía nada. “Después yo me fui a Temuco, porque él fue Comandante del Regimiento Tucapel de Temuco. Viera usted la obra que hizo allá. Todo el mundo lo quería.  ¿Sabe usted, señora, que este coronel fue el primer Oficial del Ejército de Chile designado hijo ilustre de una ciudad por el gobierno democrático del señor Aylwin?” No, en realidad no sabía”, respondió la Ministro. Bueno, pues yo estuve en la ceremonia pública que presidía el Intendente de la época, don Fernando Chuecas, Intendente de la Novena Región, designado por el gobierno demócratacristiano de Aylwin. Cuando entregó el Regimiento, y fue designado como Jefe de Estado Mayor en Valdivia, también habló el Intendente. Dijo que el Coronel Krassnoff había honrado al Ejército de Chile en un periodo muy difícil, como fue la transición del primer gobierno después del Gobierno Militar. Así es que, a quien tiene usted aquí, señora, es un personaje. Este libro que tengo acá, es un libro que estoy escribiendo, porque voy a publicar todo esto.” Sin dar demasiadas explicaciones, el personaje se despidió y salió del despacho de la magistrado. Todos los presentes quedaron con una clara sensación de lo insólito.  


EL CIRCO DE LOS "TESTIGOS"

Otros testigos, que al fin eran los mismos que declaraban en una y otra causa, reiteradamente caían en torpes y absurdas contradicciones en sus declaraciones. Faltas de coherencia rayanas en lo insólito y lo ridículo. Se podría decir que incluso en lo cómico, si no fuera porque la Justicia, dando crédito a lo que racionalmente no lo tiene, ha  privado de libertad al Brigadier Miguel Krassnoff.
 Uno de estos testigos claves, presente en casi la totalidad de los juicios que se siguen por derechos humanos, es la señora Luz Arce. Ella declaró haber conocido al Teniente Krassnoff, trabajando en la DINA, antes de Marzo de 1974. Sin embargo, el mismo Boletín Oficial del Ejército lo destina a tal repartición en el mes de Junio. La señora Arce, poseedora al parecer de una memoria extraordinaria, recordaba no sólo haberlo conocido, sino, casi treinta años después, recordaba con exactitud detalles insólitos. Recordaba perfectamente el color de los calcetines ocupados por el Teniente Krassnoff, el perfume de su colonia o la hora del día en que lo había visto en un lugar puntual. A pesar de ello, tras un largo careo, tampoco pudo configurarse ningún cargo específico. Sin embargo, había ciertos tópicos que repetía una y otra vez en toda su declaración. Estos se referían a la responsabilidad que le cabía en todo lo ocurrido a partir del 11 de Septiembre de 1973. Para la señora Arce, nada significaba que Miguel Krassnoff fuera en esa fecha sólo un teniente. Nada que, dentro de la tan jerarquizada estructura del Ejército de Chile, él fuera subalterno y subordinado de todo un cuerpo de Generales, de cientos de Coroneles, Tenientes Coroneles, Mayores y Capitanes. Sólo sabía una frase, “Krassnoff es el culpable.” Sus declaraciones fueron y son simplemente un absurdo.    
En estos procesos judiciales, que perduran hasta el presente, se han repetido una y otra vez situaciones como las descritas. El año 2001 lo carean en un juzgado con una señora de cierta edad. “Señora, ¿Usted conoce a este caballero?”, preguntó el juez. “¡¡¡Sí, sí, sí, él, él, sí, sí es el esbirro de Pinochet!!! ¡¡¡Claro que lo conozco¡¡¡”, respondió con decisión la señora. “¿Cómo lo conoció?” “Yo lo vi llegar en un vehículo que venía con un logo que decía DINA. Cuando él se bajó, se bajó con una placa puesta en su vestón, que decía DINA también.” El Brigadier Krassnoff, grado con que salió a retiro voluntario en 1998, tuvo ganas de preguntarle en que película había visto eso. No sólo jamás había conocido a la testigo, sino también era ridículo y absurdo que alguien creyera que los vehículos de las unidades de inteligencia utilizaban distintivos que los delataran. Seguramente la señora había visto demasiadas películas de trasnoche sobre la  policía norteamericana mientras preparaba su declaración. “Entró a mi casa”, continuó la testigo, “cuando yo estaba esperando a unos compañeros. No es que yo perteneciera al MIR, pero los ayudaba “sanamente”. Él llegó y se instaló en mi casa. Se comió todos los tallarines. ¡¡¡Sí, él!!! Lo recuerdo como si fuera ayer.” “Señor Krassnoff, ¿qué tiene usted que decir de esto?”, interrumpe la juez. “Sólo quiero hacerle dos preguntas a la señora.  Uno ¿De qué fecha estamos hablando, señora? ¿Pero cómo, no se acuerda? “Por supuesto que me acuerdo, como si fuera hoy, si fue el 05 de Febrero, perdón, el 05 de Enero de 1974.” “Señora, perdón ¿Podría usted repetirme la fecha?” “05 de Enero del 74. Si es como si fuera ayer. ¿Y usted, no se acuerda? ¿Y mis tallarines, que me los comió todos usted y después me pegó un bofetón y me llevó detenida y usted venía con la placa?”  “La segunda pregunta señora que le quiero hacer”, continuó el Brigadier, “con todo respeto, señora ¿Perteneció usted a la organización terrorista y criminal, denominada MIR?” “Bueno, tal como ya dije yo, yo era...”  “Señora, ¿usted pertenecía o no pertenecía a ese movimiento terrorista?”  “Eh, bueno, depende. Según como usted lo tome. Si es terrorista, bueno, no. Si era un movimiento como yo estimaba, como un buen movimiento, que luchaba contra la Dictadura, entonces sí.”
Había dos elementos fundamentales de la declaración de la testigo que no hacían posible darle ningún valor testimonial ni reconocer ninguna veracidad. Por una parte, el Teniente Miguel Krassnoff, durante los meses de Enero y Febrero de 1974, se encontraba en la Escuela de las Américas, en Panamá. Por tanto, era materialmente imposible que él hubiera concurrido a la casa de la testigo. Además, no estaba esa entre las misiones que posteriormente le correspondió cumplir en la DINA. Por otra parte, el MIR no se formó como consecuencia del Pronunciamiento Militar, ni era un movimiento de resistencia. El MIR se formó en 1964 y entre esa fecha y 1973, durante nueve años, se dedicó a la subversión terrorista. De hecho, fue uno de los impulsores de la violencia política que condujo a la acción de las Fuerzas Armadas el 11 de Septiembre de 1973. Fue una organización directamente responsable de la anarquía, de crímenes, asesinatos, violaciones a los derechos humanos, tomas de terreno, robos y múltiples tipos de vejaciones contra personas absolutamente indefensas e inocentes.
Sin embargo al término de la diligencia judicial, al tenor de las resoluciones judiciales en este tipo de casos, la testigo, manifiestamente falsa, incoherente y contradictoria, fue amablemente despedida, volviendo a su casa. El Brigadier Krassnoff, sometido a proceso y privado de libertad.    
El MIR siempre actuó en la clandestinidad, siempre sus integrantes operaron con documentación falsa. En los procesos judiciales esto ha sido expuesto y confirmado por los mismos testigos que han declarado en contra de don Miguel. Durante el 2002 lo carearon con un miembro de la Comisión Política del MIR. Guardando las proporciones, con uno de los generales del alto mando del MIR. “Sí, a mí me detuvieron. Yo andaba con un carné falso. Cuando me dejaron en libertad, me entregaron hasta el carné. Creo que era el del señor Juan Hermosilla no sé cuánto.” Ante tal confesión, la Jueza se ve obligada a dar crédito a lo que don Miguel ha venido declarando desde un comienzo. “¿Y sabe qué más? Todavía no renuevo el carné falso, mírelo.” Ese dirigente del MIR, inicialmente, fue uno de los que, con su nombre verdadero, aparecía en las listas de detenidos desaparecidos.




El escándalo producido por la comparecencia ante la Ministro en Visita, doña Gloria Olivares, se transformó primero en un suceso de revuelo nacional e internacional. Concluyó luego en la única situación posible: la declaración de la completa inocencia del Coronel Krassnoff. Sin embargo, producto del impacto que habría tenido tal declaración en esa época, se decidió dejarlo fuera del caso mediante la aplicación de un modo procesal menos llamativo, pero no menos trascendental: el máximo Tribunal de Justicia de Chile -nuestra Excelentísima Corte Suprema-  resolvió absolverlo de toda culpa, cerrando total y definitivamente para Don Miguel, el caso Chanfreau . Pese a todo, los hechos eran claros. La detención de dicha persona se había producido antes de la llegada siquiera del Teniente Krassnoff a la DINA y menos aún pudo comprobársele ninguna vinculación. Sin embargo, grupos vinculados a los terroristas chilenos no se dieron por satisfechos con esta resolución y, omitiendo toda consideración a la resolución judicial ya finalizada en Chile, presentaron una querella en Francia en contra de Miguel Krassnoff y varios otros militares por su presunta responsabilidad en la  desaparición del supuesto “ciudadano francés” Chanfreau, la que inexplicablemente fue acogida por un tribunal de Paris, siendo en la actualidad ventilada en dicho país, con incierto futuro para los afectados, en particular para Don Miguel.