Biografía 3/7

TERCERA PARTE
 

MIGUEL KRASSNOFF,
OFICIAL DEL EJÉRCITO DE CHILE



La educación formal del joven Miguel estuvo condicionada por la realidad económica de su madre, empleada pública la Cancillería. Por lo mismo, fue siempre en establecimientos estatales. Primero, cursó su educación básica en la Escuela República Argentina, ubicada en Vicuña Mackenna con Avenida Matta.
De estas aulas, de las que guardará excelentes recuerdo de maestros y profesores, pasará posteriormente al Liceo de Hombres Nº 8, “Arturo Alessandri Palma”. El liceo se ubicaba en esos años en la Avenida Vicuña Mackenna, siendo luego trasladado a Santa Isabel con Av. Bustamante, con motivo de la construcción de la actual calle Curicó. Los propios profesores del Liceo de Hombres, de quienes también conservará excelentes recuerdos, lo animaron y prepararon para postular a la Escuela Militar. Su niñez e inicio de la adolescencia, transcurre así de un modo normal, sin mayores diferencias con las de un joven chileno común del nivel socio económico correspondiente a la clase media nacional de la época.
Sin embargo, su vocación militar, más que motivarse en los relatos de su abuela o en las enseñanzas de sus profesores, era algo muy profundamente marcado en sus genes. Por sus venas corría la sangre de generaciones de soldados cosacos, que, a pesar de la distancia cultural y geográfica que separaban de las estepas rusas a este niño inmigrante, todavía ni siquiera nacionalizado chileno, lo incentivó para por su cuenta y con la abierta oposición de su madre, postular a la Escuela Militar y abrasar la carrera de las armas.
La señora Dhyna Martchenko no renunció a su oposición ni siquiera tras el convencido ingreso de su hijo a la Escuela Militar. Para ella, significaba reabrir un capítulo que consideraba prácticamente cerrado, tras casi quince años en Chile. Por ello, a los pocos días de haber ingresado Miguel al Alcázar de las Cien Águilas, solicitó entrevistarse con el Director de la Escuela , el entonces Coronel y luego General Comandante en Jefe del Ejército, Sergio Castillo Aranguis. El Director, luego de escuchar a la acongojada señora y en su presencia, ordenó que se presentara en su oficina el joven cadete recluta. El niño soldado que en ese entonces era Miguel, no recibía aún si quiera su espadín, ni tenía uniforme de salida, ni conocía el ceremonial que significaba presentarse ante el Director del plantel militar. Apenas llevaba un par de días en la Escuela.
Sus oficiales tuvieron que “disfrazarlo” con las tenidas y atalajes de alumnos más antiguos.  De este modo, se presentó donde el Director entre asustado y avergonzado, sin saber, ni adivinar, ni alcanzar a entender los motivos por los cuales este señor, que le parecía tan lejano en relación a su vida de simple cadete recluta, requería hablar con él. Al entrar al despacho del Coronel, se encontró con su madre sentada con aire desafiante, frente a un Director que miraba con actitud más bien compungida. Ante la sorpresa del cadete, el Coronel Castillo, sabiamente, le hace una sola pregunta: “Oiga, Cadete Krassnoff, ¿Usted quiere o no ser militar?”. A lo cual el recluta respondió: “Sí, mi coronel, quiero ser militar.”  “Bien, puede retirarse.
Miguel jamás supo en que había concluido tal conversación, ni siquiera acerca de qué se había tratado específicamente. No obstante, cuatro años y medio más tarde egresaba como Oficial del Ejército de Chile, en el mes de Agosto de  1967.
La vida familiar del cadete y futuro oficial Miguel Krassnoff quedó, sin embargo, para siempre fracturada. Por una parte, su abuela se mostraba absolutamente feliz y orgullosa de su nieto militar, quien, producto de su propia influencia, había seguido la carrera de las armas de tan antigua raigambre cosaca. Por otra, su madre jamás quiso saber demasiado del tema, tan sólo enterarse de que su hijo estaba bien.
Tras su egreso de la Escuela Militar y al iniciarse en su carrera profesional y, muy especialmente, tras la muerte de su abuela en 1972, mientras servía como Teniente Instructor en la Escuela Militar, perdió paulatinamente toda conexión con la memoria de sus ancestros cosacos, más allá de los recuerdos de su niñez.
Existieron hechos, no obstante, que aisladamente lo sacaban de su vida rutinaria y le hablaban de su propia y profunda desconocida historia. A los pocos días de graduarse como oficial, por ejemplo, recibió una sorpresiva y conceptuosa carta enviada desde París. En ella, la Organización de Cosacos de su Majestad Imperial, que agrupaba a muchos de los cosacos en el exilio, lo felicitaba con motivo de su graduación. No había más explicaciones en la misiva y tampoco su madre quiso dárselas.


MIGUEL KRASSNOFF Y MARÍA DE LOS ANGELES BASSA


Durante el transcurso del año 1970, estando destinado en el Regimiento “Carampangue”, en la ciudad de Iquique, contrae matrimonio con María de los Ángeles Bassa. Hija de españoles de primera generación en Chile, había sido la novia de toda su vida de cadete militar. Hermosa, culta e inteligente, se adapta rápidamente a los sacrificios propios de la dureza y renuncia que impone la vida militar. No sólo ha acompañado a su marido por ya 37 años, siempre feliz y orgullosa, sino es la madre de sus tres hijos: María Andrea; Miguel Alejandro -hoy Capitán de Ejército- y María Lorena.
La señora María de los Ángeles, adoptando el lugar propio de la mujer de un cosaco, asumió desde siempre la obligación de formar a sus hijos en las virtudes. Ni ella ni su marido conocieron a cabalidad la historia familiar hasta muchos años después. Tampoco los sucesos que deberían enfrentar a causa del devenir político de la nación. Sin embargo, logró formar una familia con la suficiente solidez moral como para asumir ambas cosas. 

  
EL 11 DE SEPTIEMBRE DE 1973

El año 1971 el Teniente Krassnoff es destinado como oficial instructor a la Escuela Militar. Sirviendo en dicha unidad, lo sorprendió, como a todo el resto del Ejército, descontando un grupo selecto del Alto Mando, el Pronunciamiento Militar del 11 de Septiembre de 1973. Mediante él, se pondría fin a los 1.000 días tal vez más difíciles y trágicos de la vida republicana de Chile. El gobierno de la Unidad Popular, encabezados por el entonces Presidente de la República, Salvador Allende Gossens, había llevado al país al extremo de la ideologización y el antagonismo. A tal punto, que el movimiento de Septiembre impidió la guerra civil que, auspiciada por las cúpulas marxista-leninista, pretendía acceder al poder total a través de la fuerza y la  violencia.
Tras los movimientos iniciales de esa mañana, se puso en ejecución una planificación con dos objetivos determinados. Por una parte, era indispensable tomar a la brevedad el control del país. Este era, al fin, el único medio de evitar la posibilidad de una guerra civil que se encontraba en estado de gestación. Por otra, debían restringirse al mínimo los enfrentamientos armados con las fuerzas de seguridad del Presidente Allende y de los grupos subversivos que lo apoyaban. Dentro de esta idea general, se le encomendó a la Escuela Militar, como unidad, la misión de allanar la casa presidencial ubicada en Avenida Tomás Moro. En su improvisada orden de combate, el Director de la Escuela designó al Teniente Miguel Krassnoff, para que, al mando de una sección de alumnos, materializara tal ocupación. Previamente, a eso de la diez de la mañana, antes incluso que la casa de gobierno, la citada residencia había sido atacada por fuerzas de aire. A esa hora, Salvador Allende ya se encontraba en La Moneda decidido a resistir.
Los miembros del GAP (Grupo de Amigos Personales de Salvador Allende) y el propio Presidente, desde el mes de Abril del año 1973, esperaban y se preparaban para enfrentar un posible movimiento anticomunista. Simultáneamente, los partidos políticos aglutinados en la entonces Unidad Popular, dando su abierto apoyo a los grupos paramilitares marxistas, proclamaban la vía armada al poder. Junto con ello, ridiculizaban la institucionalidad vigente y los fundamentos de la democracia, apartándose sistemáticamente de la legalidad.
Corrobora lo anterior el testimonio de uno de los miembros del GAP respecto a la jornada del 11 de Septiembre y a la ocupación de la casa de Tomás Moro:
La gente que trabajaba directamente con Salvador Allende, "el doctor" que le decíamos nosotros, fue citada en Abril más o menos, a una reunión donde él nos dijo que venía un golpe, que no sabía si había posibilidades o no de pararlo, que albergaba la esperanza de que parte del Ejército pudiera apoyar al gobierno constitucional, y que había conversaciones en ese sentido...
El GAP tenía aproximadamente sesenta integrantes, era un grupo joven, el promedio de edad debía estar cercano a los veinte años. Ante la disyuntiva expuesta por Allende, hubo quienes dieron sus razones y se fueron, los compañeros que se quedaron no levantaron juicio ni expresaron reacciones, ellos sabían que no todos estaban preparados para la guerra, cada cual tenía que luchar desde la trinchera que fuera más acorde a sus posibilidades.
... Bueno y ya desde Abril, todos los días era el golpe, nos habíamos programado para él y podía caer en cualquier minuto: redoblamos todas las guardias, andábamos con dos equipos de autos presidenciales para que no se supiera en cual iba Allende, cambiamos todos los planes de traslado, nos quedábamos a dormir en Tomás Moro o si nos tocaba guardia en La Moneda dormíamos en Palacio, o a veces nos debíamos ir fuera de Santiago, dormíamos con la pistola debajo de la almohada y vestidos, pasaban meses en que no íbamos para nuestras casas...
En las casas había más descontento por la ausencia, que miedo por el inminente golpe, pues no había conciencia de la radicalidad de la situación. En el GAP estaban claritos, pero no lo exteriorizaban ni lo comentaban.
.... Y hasta que llegó, ese día yo estaba con dos días de permiso, después de cómo un mes sin ir a casa – me acuerdo que fue un martes –, yo estaba durmiendo y otra compañera que había despertado antes me fue a avisar de que había golpe, y entonces me fui caminando, yo vivía como a ocho cuadras de la casa de Tomás Moro, y cuando llegué, ya estaban rodeando, esto debe haber sido a las nueve de la mañana, Allende ya se había ido... Yo pregunté qué es lo que hago y me dicen que me tengo que quedar ahí porque estaba la Tencha[7] en la casa, así es que tuvimos que defender...
En Tomás Moro quedaron entre quince a veinte integrantes del GAP, más un grupo trabajadores de la construcción, llevados por Alejandro, eran cerca de veinticinco y nada sabían de manejar armas o de combatir.
... Cuando los obreros me vieron salir de mi casa me preguntaron que qué hacían, y yo les dije que esperaran ahí, y cuando llegué a Tomás Moro informé que había una gente dispuesta a ofrecerse, mandamos una camioneta y los trajimos. Entre paréntesis, y esto no mucha gente lo sabe, en la casa había armamento, unos 300 o 400 fusiles que no se habían distribuido…Bueno, y se llevó para allá a los trabajadores, en quince minutos les enseñamos a cargar y a utilizar las armas, y se parapetaron...
Otro contingente de personas que estuvo en Tomás Moro antes del ataque, pero que hubo de retirarse, fue la guardia de carabineros que tenía a cargo la custodia de la casa.
…En la casa había también un grupo de Investigaciones, y algunos de ellos, luego de unas conversaciones con Felipe Herrera, el entonces Presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), se encargaron de llevar a Hortensia Bussi a otro lugar; mientras que los otros se quedaron, siendo los únicos de la institucionalidad que permanecieron.
En Tomás Moro el bombardeo empezó primero que en La Moneda , a las diez ya comenzaron a caer las bombas y el ataque con helicópteros. Gente del GAP le dio a un helicóptero, que fue aterrizar medio estrellado al Hospital de la Fuerza Aérea.
... El primer rocket cayó en una escuela de monjas que hay ahí, cayó en una sala y explotó la sala completa; el segundo cayó detrás de la casa, y el tercero pegó en la muralla de afuera y ahí saltaron con la onda expansiva unos compañeros, y ahí eh... eh... esto es re penca lo que te... eh se acercaron los compañeros de la construcción y dijeron: mire esto no es para nosotros, así es que nos vamos, y se fueron.
No sólo los obreros de la construcción tuvieron miedo, esa fue una sensación común en todos los frentes de lucha, e incluso algunos miembros del GAP se vieron inhabilitados para el enfrentamiento.
... Si es que a la hora que corren las balas no hay valientes, hay puros humanos no más, todos esos mitos de los súper hombres y de las fuerzas especiales y de los nervios de acero se ven sólo en las películas... Además que todo es tan rápido, que no hay tiempo para preocuparse del compañero que está al lado, no había tiempo para reaccionar en nada, ahí lo que había que hacer era disparar no más, ahí cada cual salvaba su pellejo…
…Una vez sin la Tencha adentro de la casa, seguir defendiendo el lugar se transformó en algo absolutamente inútil.
... Nosotros salimos por detrás, junto con los de investigaciones, como quince minutos antes que entraran a tomar la casa. Ahí yo saqué a varios compañeros, entre ellos algunos heridos, a los que llevamos a una casa donde había un médico, que yo no sé en realidad sí había un médico o no, porque existía un poco de desconfianza, nadie quería saber a dónde se quedaban los otros; el resto se fue quedando en distintas partes y yo me quedé solo con el auto con armamento adentro, con cuatro fusiles y municiones y armas cortas, rumbo a ninguna parte. Finalmente el vehículo lo boté, porque no lo dejé, lo boté, como a dos cuadras del Estadio Nacional, de él yo me llevé un arma corta, boté todos los documentos de la presidencia que traía, y partí con el carné del partido y con unas fotos que tenía que después las enterraron en un macetero, ni las enterré yo más encima, ni siquiera sé porque no lo boté todo junto con los documentos.
El GAP había adquirido su aprendizaje en seguridad y defensa de los cubanos, quienes desde el 70 ofrecieron su colaboración en estas materias. La preparación paramilitar anterior al gobierno de Allende tuvo menor envergadura y era financiada por los partidos.”[8]
Cuando llegó a las inmediaciones de la casa presidencial la sección de cadetes al mando del Teniente Krassnoff, ya no quedaba ninguno de sus defensores. Sin embargo, un grupo de vecinos estaban saqueando la casa y hubo que dispersarlos en los momentos que pretendían llevarse alfombras, lámparas y otros enseres. Era tal la necesidad de la gente que, captando la situación crítica de esos momentos, aprovechaba de obtener algún provecho, aunque fuera ilegalmente. Sin embargo, no fue todo tan pacífico, pues, desde los alrededores y desde el edificio de INACAP, en la esquina de Los Dominicos con Tomás Moro, varios francotiradores parapetados les hacían fuego con especial intensidad. Afortunadamente, no hubo bajas que lamentar. Saltando por sobre los muros de las casas vecinas, el Teniente Krassnoff, junto a otro oficial, tres subalféreces y cinco soldados, fueron los primeros en ingresar a la residencia de Allende. El único ser vivo que permanecía en el interior era un perro, muy viejo y medio sordo, que ni siquiera ladró. Tras ser acariciado, volvió, indiferente, a ocupar su lugar en una esquina.
Desde los alrededores, los francotiradores continuaban disparando. Sólo tras una serie de movimientos bajo el fuego del resto de la unidad, se pudo ocupar mejores posiciones y neutralizarlos. Con esto, se posibilitó el ingreso del resto de los efectivos a la casa presidencial. En su interior, hallaron muchas sorpresas.
En primer lugar y en un país que sufría una terrible escasez de alimentos, encontraron despensas abarrotadas de quesos y jamones, pollos, whisky, papel higiénico, pasta de diente, jabón y todo lo que no existía desde hace mucho en el comercio para el normal de los habitantes de Chile.
Otra gran sorpresa, pero que no resultó tan inesperada fue la gran cantidad de armamento que existía en la casa presidencial. En un sótano, de unos tres metros de altura, había apilada una gran cantidad de munición, tanto para fusiles AKA, como para ametralladoras, munición antiaérea y cohetes antiblindaje RPG-7, todo de procedencia soviética. Este material correspondía al armamento más moderno y sofisticado de la época, además de ser, técnica y tácticamente, muchísimo más avanzado que el de las tropas regulares de las Fuerzas Armadas. Por ejemplo, los cargadores de las armas de las fuerzas institucionales eran para veinte tiros, los del Aka 47 para treinta y cincuenta tiros, lo cual otorga una enorme ventaja táctica en relación con el recambio de cargadores.  En el techo de la casa, había posiciones de defensa antiaérea construidas con sacos de arena. Cada posición, para tres o cinco personas, estaba artillada con ametralladoras antiaéreas, más munición para lanzacohetes y granadas de mano.
La tercera gran sorpresa, que impactó especialmente a los cadetes y a cuantos ingresaron a la casa presidencial, fue la gran cantidad de material y elementos pornográficos que encontraron en su interior. Esa era la casa del, hasta entonces, Presidente  de la República de Chile. 
Durante los tres o cuatro días que siguieron al Pronunciamiento Militar del 11 de Septiembre, el Teniente Krassnoff permaneció a cargo de la seguridad de la casa presidencial de Tomás Moro, luego de lo cual fue relevado.
En esos días, la Junta de Gobierno integrada por los Comandantes en Jefes institucionales había hecho una distribución territorial a las diversas unidades militares. A la Escuela Militar le correspondió un extenso sector en el suroriente de Santiago. Dentro de las misiones específicas, al Teniente Krassnoff se le encargó supervigilar el normal desempeño de los centros docentes, colegios, liceos y escuelas de esa área. Debió tomar contacto con los directores de tales centros educacionales y se constituyó en el nexo entre ellos y el Gobierno Militar. Por tanto, dejó de tener cualquier intervención en las actividades propiamente militares que al mismo tiempo se ejecutaban para volver al país a la normalidad. En esta función de coordinación se desempeñó hasta fines del año 1973.
Durante ese lapso de tiempo, es detenido en San Antonio un buque cubano. A pesar de ser un buque pesquero, las autoridades estimaron pertinente iniciar una investigación más exhaustiva. Ello, especialmente motivado por las condiciones existentes y el hecho de haber interferido comunicaciones de radio en ruso. El gran problema era encontrar alguien capaz de traducir tal idioma. En especial, cuando los únicos que podrían haberlo hecho, eran precisamente quienes estaban en el bando opuesto al Gobierno Militar. Intentando hallar una solución, un Oficial de la Escuela de Ingenieros, unidad a cargo de la zona de San Antonio, recordó la existencia de un teniente de la Escuela Militar de dicha ascendencia. En tal circunstancia, fue llamado en comisión de servicio el Teniente Krassnoff. Tras algunos días de traducciones e indagaciones, se determinó que efectivamente el buque se encontraba sólo en actividades de pesca, motivo por el cual fue liberado. Tras esto, el Teniente Krassnoff retornó a sus labores habituales en la Escuela Militar. 
En el mes de Enero de 1974 y hasta mediados de Febrero, le correspondió viajar a Panamá en el viaje de estudios de los alumnos recién egresados de la Escuela Militar. Dentro de la distribución de responsabilidades para la visita a Escuela de las Américas, se le designó como Oficial Administrativo, a cargo del régimen interno de los subtenientes. Sin embargo, al momento de desembarcar del avión, se le acerca un norteamericano preguntando por su nombre. “¿Es usted el Teniente  Krassnoff?”. Tras responder el Oficial afirmativamente, el norteamericano continúo “OK., Usted viene a un curso, por favor sígame.” Debe haber un error, yo vengo como Oficial Administrativo del curso de subtenientes”, alcanzó a acotar. 
No mucho más pudo decir. Al día siguiente, junto a otros tres tenientes de la Escuela Militar, iniciaba un curso acerca de la función de Policía Militar. Los demás alumnos del curso eran Mayores, Comandantes y Coroneles del Ejército Norteamericano o de ejércitos de Centroamérica. No fue mucho lo que les enseñaron; pero de cualquier forma, terminaron el curso con los cuatro primeros lugares, ocupando el Teniente Krassnoff un lugar en el Cuadro de Honor de tal Instituto.  
No mucho tiempo después le comunican que había sido nombrado para una nueva comisión de servicio y que, por tal motivo, debía presentarse ante el recién nombrado Director de la Academia de Guerra, el Coronel Manuel Contreras Sepúlveda. Lo había conocido a raíz del incidente del buque pesquero, como Director de la Escuela de Ingenieros. Para cualquier teniente, el presentarse ante el señor Director de la Academia de Guerra es un hecho no sólo anormal, sino también posee el carácter de un acontecimiento. También lo fue para el Teniente Krassnoff. Se colocó su mejor uniforme, se cortó el pelo y se esmeró en una presentación personal tan impecable como fuera posible. Paradójicamente, este fue el primer motivo por el cual el Coronel Contreras le llamó la atención. “¿Qué hace usted todavía de uniforme y con el pelo tan corto? ¿No sabe acaso que ha sido designado como escolta del Presidente de la Junta, de mi General Pinochet, y que su tenida no sólo es de civil, sino, además, debe pasar desapercibido?”  El Teniente comprendía que tal designación era un gran honor y responsabilidad. No solamente debía encargarse de la seguridad de la máxima autoridad del país, sino también debía crear y organizar una unidad que hasta entonces no existía. Sin embargo, le sorprendió que, sin ser él ni Comando, ni especialista en inteligencia, ni tener ninguna preparación especial para el cargo, lo hubiesen escogido. Nuevamente, tampoco nadie le dio mayores explicaciones. Al día siguiente tomaba el mando de un selecto grupo de suboficiales de fuerzas especiales para hacerse cargo de la seguridad personal del General Augusto Pinochet.    
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[7] Hortensia Bussi, “Tencha”, esposa del Presidente Allende.
[8] Testimonio de “Alejandro”, miembro del Partido Socialista que integró el GAP, en http://www.chilevive.cl/homenaje/11sept/testmoro.shtml