Biografía 4/7

    CUARTA PARTE:


DESTINADO A LA DINA


En esta comisión especial permaneció hasta pasado los mediados del año 1974, fecha en la cual fue nombrado en una nueva comisión de servicio para integrar la Dirección Nacional de Inteligencia, DINA.
Tal organismo, había sido creado en los primeros meses de tal año, siendo también comandado por el Coronel Contreras. Respecto a los cuestionamientos que con los años se han hecho del actuar de la DINA , estos estaban muy lejos de las preocupaciones de un simple teniente de esa época. Menos aún cuando la función específica que se le encomendó no era una tarea operativa, sino una labor bastante diferente. El Teniente Krassnoff fue nombrado como asesor analítico de inteligencia del Director de tal unidad, entre otros oficiales subalternos provenientes de las diferentes ramas de la defensa nacional.  En cumplimiento de tal misión, su trabajo consistía principalmente en recabar información desde diarios, publicaciones y análisis de las declaraciones de prisioneros y activistas capturados, ya fuera por la policía como por los órganos operativos de la FF.AA. o de seguridad. El objeto principal de estudio asignado fue el análisis de las actuaciones del Movimiento Izquierdista Revolucionario (MIR). Este movimiento subversivo y terrorista, inspirado en la ideología marxista y creado en 1964, se destacaba por su extrema violencia. Junto a otras agrupaciones similares, integraba la Junta Coordinadora Revolucionaria del Cono Sur, entidad internacional que organizaba y ejecutaba las acciones terroristas de Sudamérica. Era vital determinar su organización clandestina; establecer las vías para su desarticulación; y proyectar sus previsibles actuaciones terroristas. El principal medio de apoyo que tuvo para el cumplimiento de tal objetivo fue la asesoría de dos informantes: un miembro del Comité Central del MIR, que había sido capturado con anterioridad; y un ex integrante del Partido Socialista quien, espontánea y voluntariamente, se ofreció a colaborar en calidad de informante. Bajo su mando tenía de tres a cinco personas, cuyas edades promedio no superaban los 20 años de edad y que, por razones del denominado compartimentaje de la información, rotaban periódicamente en sus funciones.  El Teniente Miguel Krassnoff permaneció en tal puesto hasta fines de 1976.
En ese tiempo tuvo la oportunidad de conocer desde muy cerca la ideología comunista. Conversó con muchos detenidos, revisó muchos informes y también vivió la experiencia de verlos actuar. El MIR, más allá de sus motivaciones políticas, actuaba como actúan todos los movimientos terroristas, mediante la violencia ciega, cruda e ideologizada. Por lo mismo, Miguel Krassnoff no cree ni podría creer en la imagen romántica e idealista con que se pretende presentar a este tipo de movimientos.
Cada vez que aparecía documentación relacionada con el MIR o era detenido alguien que se creyera ligado a tal movimiento, y conforme lo resolvía en cada caso el Director de la DINA, se ordenaba al Teniente Krassnoff procesar tal información. Estos hallazgos o detenciones se producían generalmente de noche y, a las tres o cuatro de la mañana, se llamaba entonces al oficial para que concurriera a interrogar a los detenidos. Por razones de obvias de seguridad, desde el momento de su detención, estos habían sido mantenidos incomunicados o vendados. En la declaración indagatoria correspondiente, el Teniente Krassnoff se sentaba frente a ellos en un escritorio y ordenaba que les quitaran vendas y esposas. “Soy el Teniente Miguel Krassnoff Marchenko, Oficial de Ejército, encargado del análisis de inteligencia del MIR. ¿Qué me tiene que decir usted de todo esto que le allanaron hace una hora atrás? ¿Qué hacían en su casa estas granadas, estas minas antitanques, antipersonales, estos documentos?” Las historias y explicaciones eran las del caso. “Bueno, es que esto era de un conocido... Me pidió que se lo guardara... Yo no sabía lo que había dentro de las cajas...”, y respuestas de ese tipo. Krassnoff escribía en su agenda lo que le parecía relevante y se iba. Al día siguiente analizaba la información, la contrastaba con otras declaraciones o documentos, comprobaba su veracidad y finalmente redactaba el informe respectivo y se lo presentaba al Director del Organismo de Inteligencia. En definitiva, realizaba el trabajo que correspondía a su cargo de analista.
Jamás ocultó su identidad, ni utilizó nombres falsos, ni nada similar. No lo hizo, simplemente, porque no tenía nada que esconder. Él sólo realizaba su trabajo. Sin embargo, esto produjo que fuera ampliamente conocido por los miembros de los grupos terroristas, los mismos que hoy pretenden acusarlo.


TERRORISMO CRIMINAL Y MALIGNO DEL MARXISMO

Como parte del ciclo informativo, también le correspondía permanentemente comprobar  la información obtenida en terreno, motivo por el cual durante su destinación en el señalado organismo de Seguridad Nacional, la casi totalidad de sus actividades específicas se realizaron en la calle, lo que se tradujo que se vio envuelto en muchos enfrentamientos armados con terroristas; todos ellos de día y ante una multitud de testigos, como lo fueron vecinos y transeúntes de los lugares donde se producían estas violentas situaciones, todas ellas siempre iniciadas por los propios subversivos que temían ser detectados o apresados. Un día, a media mañana, reciben en el cuartel general de la DINA un llamado de Carabineros. Daban cuenta de un enfrentamiento en un sector ubicado al Surponiente de Santiago. Además  avisaban que estaba identificada la casa donde se escondían presuntamente los extremistas. Se le ordenó al Teniente Krassnoff que, con personal de su unidad, procediera a comprobar la información y a recabar los antecedentes propios de su área de responsabilidad en terreno.
Al llegar a la población indicada por Carabineros, una población de material ligero, las fuerzas policiales ya habían acordonado el sector. Uno de los policías le indicó una casa esquina entre dos pasajes en la cual, presuntamente, se escondían los extremistas. Esta se hallaba un par de cuadras más adentro del sitio donde estaba el cordón policial.
Nosotros los hemos conminado, desde aquí, a salir y entregarse, pero no ha habido ninguna reacción”, les informó el carabinero a cargo.
¿Cuál es la casa? ¿Esa? Conforme, vamos a  acercarnos”, respondió Krassnoff.
No, mi Teniente, tenga cuidado”, le aconsejó el carabinero. 
El Teniente Krassnoff dispuso a su gente. Dejó a tres de sus hombres junto a los Carabineros y él, acompañado de un joven de 19 años, quien era reservista de la Fuerza Aérea , subieron a su vehículo de transporte. Este vehículo, no era ni el vehículo de cargo, ni mucho menos. De hecho, jamás un teniente, por su bajo rango, tendría un vehículo institucional para su uso personal. Era uno de los pocos autos con que contaba la DINA , en un país tremendamente pobre y poco desarrollado como el Chile de los 70.
El Teniente Krassnoff se subió al volante y el reservista como copiloto. No bien estuvieron frente a la casa, antes de alcanzar siquiera a detenerse, comienzan a dispararles desde el interior de esta. Krassnoff toma de un brazo a su copiloto, abre la puerta de su lado y descienden del auto en movimiento. El auto continuó avanzando, mientras ambos hombres, tendidos en el suelo, ven como los impactos de bala destrozan sus vidrios, neumáticos y capó. Arrastrándose, logran parapetarse en un pequeño muro que separaba el antejardín de la calle.
Al ver lo sucedido, los restantes hombres del equipo toman otro vehículo e ingresan a la población. Por los parlantes, piden a los extremistas que no se resistan, que dejen de disparar pues pueden herir a gente inocente. Como respuesta, nuevas ráfagas de armas automáticas. Los militares no habían todavía disparado ni un tiro. Krassnoff ordena a uno de sus hombres que solicite a Carabineros evacuar la zona, que hagan desocupar las casas colindantes, lo cual se cumple entre los reclamos de los pobladores contra los terroristas. 
Mientras tanto, el Teniente Krassnoff y sus hombres planifican el modo de convencer a quienes estaban en el interior de la casa de salir de allí y dejar de disparar. En eso, ven aparecer por el costado de la casa, desde el patio trasero, a una niñita de aproximadamente 4 o 5 años. La pequeña, asustada con el tiroteo, tan sólo atinaba a abrazar con fuerza a la muñequita que traía en sus brazos. Ante este imprevisible suceso, el Teniente Krassnoff ordena mediante señas a un sargento, quien se parapetaba en la esquina contraria, que la rescate y saque de allí de inmediato. El hombre avanza protegiéndose, con su espalda contra la pared, toma a la pequeña e intenta regresar hacia donde estaban parapetados los demás. Preocupado de llegar rápido a un lugar seguro, no se percató que los extremistas entreabrían una puerta lateral de la casa. A través del cuerpo de la pequeña le vaciaron un cargador, dando muerte a ambos. Habían asesinado a la pequeña hija de un vecino, y al sargento que trataba de salvarla de la balacera.    
Los pobladores rompieron el cerco policial e intentaron hacer justicia contra los terroristas por sus propias manos. Carabineros debió dispersarlos mediante disparos al aire.
El Teniente Krassnoff, al ver al sargento con la niña, agonizantes, tirados en el suelo, salió de su posición y corrió hacia ellos. Arrastró sus cuerpos hasta un sitio fuera del área de peligro. La niña había muerto de inmediato. Las balas habían atravesado su frágil cuerpo, destrozándolo. El sargento agonizaba. En sus últimos estertores sólo decía “mi teniente, la niñita... mi teniente, la niñita...” Murió en los brazos de Krassnoff.
Por los parlantes, volvieron a indicarles a los terroristas que salieran de la casa con las manos en alto, que se entregaran, que no dispararan. Nuevamente la respuesta fue unas largas ráfagas de tiros. Los cuatro militares todavía no habían empleado sus armas. Sin embargo, tras la nueva negativa, el Teniente Krassnoff ordenó responder al fuego terrorista. El tiroteo se prolongó por varios minutos. Desde las ventanas y las puertas entreabiertas los extremistas respondían con especial furia... hasta que la intensidad del combate comenzó a decrecer.
Cuando los militares lograron entrar a la casa, encontraron en su interior a once terroristas muertos, gran cantidad de armamento, explosivos y material sofisticado de comunicaciones. La munición se les había acabado. Los hombres de Krassnoff eran sólo cuatro, uno había muerto en combate intentando salvar a una pequeña inocente.
Por su experiencia, don Miguel no cree en el pretendido idealismo y romanticismo de los grupos terroristas. No lo hay cuando emplean a la pequeña hija de poblador como señuelo, y la asesinan crudamente. Quien lucha por ideales, si es consecuente con ellos, no expone a la muerte la vida de inocentes por las situaciones por él creadas. Eso es terrorismo puro y simple, crimen, no lucha por la Patria. Quienes emplearon esos métodos, quienes llevaron al país a situaciones así, son los mismos que hoy reclaman venganza amparándose en los tan manoseados derechos humanos.
Don Miguel cree necesario distinguir entre quienes tienen una opción política determinada, incluso el marxismo-leninismo, de quienes, para hacer triunfar sus ideas, están dispuestos a recurrir a la violencia. Quienes tienen ideales, valores, principios y convicciones, y las manejan en el plano teórico, las discuten, las conversan, merecen todo su respeto. Está dispuesto incluso intercambiar opiniones con un marxista recalcitrante, en la medida que la lucha se dé en el campo de las ideas. Tal vez no se alcanzará un acuerdo jamás. Cosa muy distinta es el llegar al empleo de las armas para propagar o defender una ideología. En especial, cuando se hace desde una perspectiva de fanatismo, imbecilidad y estupidez humana, expresadas en su máxima bajeza y en su máxima violencia. Con eso no es posible transar. A él le correspondió enfrentarse a personas que actuaban sabiendo que ponían en peligro la vida de inocentes, incluso de gente que podía pensar igual que ellos y, sin embargo, nada los detuvo.
Allí no hubo idealismo, sino simple brutalidad animal. Desde la Convención del Partido Socialista en Chillán, en 1967, ellos habían declarado la lucha armada al Estado de Chile. Al plantear eso, debieron evaluar que se enfrentarían con las fuerzas que legítimamente tiene la sociedad para su defensa. Esas fuerzas, legítimamente constituidas, son las Fuerzas Armadas y de Orden. No hay otras. Las unidades institucionales se vieron en la necesidad de enfrentar esa violencia, no con otra violencia injusta, sino con el ejercicio legítimo de la fuerza en el ámbito de la violencia que ellos, los terroristas y violentitas, siempre impusieron. 
Quienes trabajaron en las unidades encargadas de frenar la escalada terrorista, nunca fueron ni Pinochetistas, ni Contreristas, ni acaudillados, ni nada por el estilo. Fueron chilenos. Fueron soldados conscientes de estar librando una lucha tremenda contra fuerzas extrañas, contra fuerzas malignas y ajenas a la real ideario de los chilenos. Acorde a la verdadera formación de los soldados, ellos estaban preparados para matar, pero no para asesinar. Los hechos lo confirmaron.
 

MUERTE DEL TERRORISTA MIGUEL HENRÍQUEZ

Cuando el año 74 el Teniente Krassnoff es destinado a la Dirección Nacional de Inteligencia, el MIR representaba una de las mayores amenazas a la paz interior. De ahí la relevancia de la función asumida. El máximo líder del MIR en esa época era Miguel Henríquez, a la sazón también Secretario General de la Junta Coordinadora Revolucionaria del Cono Sur.
El día 5 de Octubre de 1974, a las dos de la tarde, dentro de un control rutinario para comprobar la información obtenida de los análisis, el Teniente Krassnoff, junto a tres de sus hombres y una mujer, se dirigieron al sector sur de la capital. Tras pasar un par de veces por frente de una casa, les llamó la atención que los niños que jugaban a la pelota en las inmediaciones se rieran y secretearan entre ellos. Detuvieron el auto e inquirieron acerca del motivo de tales risas. “Es que ustedes han pasado ya varias veces por aquí y no se dan cuenta que esa es la casa que están buscando”, explicaron los niños. El Teniente Krassnoff bajó entonces del vehículo y se acercó a golpear la puerta. Pensó que, una vez más, sería una falsa información. En cualquier caso, el procedimiento lo obligaba de todos modos a entrevistar a los moradores de la casa, a hacerles las preguntas de rutina, a recoger la información que se pudiera. Antes de llegar a la puerta, escucha el grito de alerta de uno de sus hombres. “Cuidado, mi teniente, tírese a tierra...” Sólo la rapidez de su reacción le salvó de ser acribillado por varias ráfagas de fusil. Desde el interior de la casa, sin abrir la puerta siquiera, le habían disparado. Quienes quisiera que estuvieran adentro, estaba claro que eran asesinos dispuestos a matar a cualquiera. No importaba a quien, a cualquiera.
Apenas alcanzó a retroceder hasta el medio muro que separaba la calle del antejardín, cuando se inició una balacera fenomenal. Les dispararon incluso con un lanzacohetes, que terminó destruyendo el muro de una casa al otro lado de la calle. Cuando los terroristas vieron demasiado disminuidas sus municiones, cuatro o cinco huyeron saltando los muros de las casas vecinas. Dentro de la casa, los militares encontraron a un hombre muerto y a una mujer embarazada, quien, herida, sostenía aún en sus manos un fusil AKA, con el cañón todavía humeante. Además, hallaron numerosos documentos y comunicaciones de los subversivos, junto a armas y explosivos.
La mujer herida fue personalmente atendida por el Teniente Krassnoff, y trasladada urgentemente al Hospital Militar. Gracias a los esfuerzos del equipo médico y a la prontitud de su traslado, se logró salvar su vida. Carmen Castillo Echeverría, como fue posteriormente identificada, logró recuperarse de sus heridas, saliendo después al exilio. Ella era, en esa época, una activa militante del MIR y la amante de Miguel Henríquez. En la actualidad, su padre es el Alcalde de la Comuna de La Reina y uno de sus tíos el Presidente de la Comisión de Derechos Humanos en Chile.
Durante su recuperación en el Hospital Militar, el Teniente Krassnoff tuvo la oportunidad de sostener largas conversaciones con ella. Sobre diferentes tópicos, pero principalmente sobre política. En ellas, Carmen Castillo confidenció diversos sentimientos. Particularmente, su sorpresa por el trato recibido y las atenciones que se le brindaban. A causa de su ideologización partidista y de su convicción terrorista, estos eran aspectos que ella distaba mucho de comprender. Tras ser dada de alta, el Teniente Krassnoff recibió la orden de acompañarla personalmente al aeropuerto y controlar que su salida al extranjero se cumpliera con total normalidad.
Pasados los años, en 1992, Carmen Castillo regresa a Chile. Por medio de un tercero, quien había sido alto funcionario del Gobierno Militar, solicitó una entrevista con el, en esa época, Coronel Miguel Krassnoff. Según manifestó, su interés era agradecer personalmente la intervención de este oficial, la cual permitió salvar su vida. El oficial rechazó tal solicitud, pues estimaba que no había motivo alguno para dicho agradecimiento. En aquellas circunstancias, como siempre en su vida, se había limitado a actuar de modo coherente con la formación moral y profesional que caracteriza a todo militar. A través de la misma persona que le había manifestado la intención de la señora Castillo, le manifestó que, si su motivación y sentimiento de gratitud eran realmente sinceros, los hiciera públicos utilizando los medios de comunicación social que estimara convenientes. El Coronel Krassnoff no volvería a tener noticias de Carmen Castillo Echeverría. 
Respecto al hombre que había muerto en el enfrentamiento, su identificación fue bastante ardua. Cerca de un mes tardaron en reconocerlo. De poco sirvieron los documentos personales encontrados, pues había varias decenas de carné de identidad y otros papeles de identificación, todos ellos falsos y adulterados. Las yemas de sus dedos estaban quemadas, así como su cara desfigurada mediante inyecciones de  corticoides. Tras una serie de peritajes y peticiones de reconocimiento del cadáver, lo cual se prolongó por aproximadamente un mes, se logró identificar el cuerpo como el de Miguel Henríquez. El líder del MIR había muerto; pronto el movimiento se desarticularía por sí solo.
Por este motivo, en una ceremonia reservada a la que sólo asistió un grupo mínimo de oficiales y los miembros de la Junta de Gobierno, el Teniente Miguel Krassnoff Martchenko y las cuatro personas que con él habían participado, recibieron la Medalla al Valor en Combate. Era el reconocimiento por haber expuesto sus vidas heroicamente en el cumplimiento de la misión. Esta condecoración, máxima distinción -otorgada por Gobierno- a la cual puede aspirar un soldado del Ejército de Chile, se entregaba por primera vez desde la Guerra del Pacífico, ocurrida en el siglo XIX.
Con la neutralización del movimiento terrorista  MIR, pudo ser suspendido el estado de guerra en el país. Dicho estado de excepción constitucional había estado vigente desde el 11 de Septiembre de 1973. Terminaba así el período más arduo del restablecimiento institucional emprendido por las Fuerzas Armadas y de Orden.