Biografía 7/7

SÉPTIMA PARTE:

CONCLUSIÓN



Los últimos años del Brigadier del Ejército de Chile, don Miguel Krassnoff Martchenko, Cosaco del Don, han sido un permanente deambular por los tribunales de justicia. Un deambular sin demasiado sentido ni destino; sin acusaciones concretas; sin pruebas que lo incriminen.



Pese a que todas las irregularidades señaladas lo condujeron  a quedar privado de su sagrada libertad, entrando a cumplir una condena -absurda y execrable moral y jurídicamente- de 10 años y 1 día a partir del 28 de Enero de 2005, en una cárcel ubicada en los faldeos de nuestro macizo de los Andes, denominada “Cordillera”, lugar que más se asemeja a un Campo de Prisioneros Políticos, que a una prisión normal.




Sin embargo, por motivos definitivamente políticos y extrajurídicos, continua siendo el querellado y condenado “estrella” de cualquier acción que se presente por “atropello a los derechos humanos” durante el Gobierno Militar. Es la imagen emblemática que él jamás buscó, pero que para sus viscerales adversarios, es imprescindible destruir y a la mayor brevedad.


Frente a esta realidad, dura, complicada e incómoda, hay diversas formas de reaccionar. El Brigadier Krassnoff lo ha hecho de la única que sabe y puede hacerlo: como hombre, como caballero. Entiende, aunque no justifica ni comparte, el curso de los acontecimientos. Sabe que detrás de toda su desagradable experiencia de los últimos años, hay factores del devenir histórico de Chile de los cuales él no está libre. Pero, también asume que la lucha por limpiar su nombre de tanta acusación falsa, de tanto cargo sin fundamento, de tanta mentira; obedece a un imperativo histórico que sobrepasa con mucho las fronteras de Chile. Tras medio siglo del asesinato de su padre y de su abuelo en Moscú, debe él dar testimonio de vida de lo que significa ser un noble cosaco. Debe limpiar su nombre de tanta absurda y ridícula falsedad que lo pretende incriminar y enaltecer al mismo tiempo el de sus progenitores. Pesa sobre él el glorioso y trágico “karma” de los Krasnov. Poca claridad tenía, en los años que debió, obligatoriamente, enfrentar a los terroristas y subversivos comunistas, de los entretelones de la tragedia que había acabado con la vida de su padre y de su abuelo. No sabía que ellos habían muerto en manos de esta misma ideología. Sabía si, que el fanatismo y obcecado totalitarismo de los seguidores y ejecutores de ella, habían sido responsables directos de asesinatos, violaciones, torturas y desapariciones de cientos de millones de seres humanos en el mundo entero. Hoy, la historia le explica claramente la furia que ellos sienten contra él. Al fin y al cabo, es un sobreviviente de uno de los peores holocaustos del Siglo XX.

El modo como han venido sucediéndose los acontecimientos deben leerse desde una perspectiva global. El gran tema de fondo no es esclarecer las supuestas violaciones a los derechos humanos en Chile. Por el contrario, este concepto se ha manoseado e instrumentalizado con fines muy distintos.

El Brigadier Krassnoff lo sabe. Sabe de su total inocencia y de la de sus leales y valientes subalternos, pero también conoce el modo como se realiza la “justicia” en Chile. Su objetivo último no está en probar su inocencia, pues nada ni nadie podrán probar jamás su culpabilidad. Su fin es no permitir que los mismos que asesinaron a prácticamente toda su familia y millones de inocentes a lo largo y ancho del mundo, por el solo hecho de no compartir la ideología marxista, pretendan hoy, basándose en mentiras, reescribir la historia. Le consta que hay cosas que ex  profeso se ocultan, se omiten, que existe un hasta ahora exitoso manejo comunicacional. Los jueces, influidos por tal campaña, se niegan a interpretar históricamente los hechos que juzgan, olvidando que ocurrieron hace ya más tres décadas. De paso, olvidan las reglas procesales más básicas; aplicables a todo procedimiento y exigibles a todo juez. Tampoco han querido entender la mentalidad castrense, el modo en que funcionan sus instituciones o como suceden, en realidad, las cosas al interior de los cuarteles; con su formalismo, con sus jerarquías, con todas sus características.

La irregularidad de los procesos judiciales en su contra ha sobrepasado todo lo comprensible. No se ha respetado lo exigido por los principios generales del derecho más básicos. En la actualidad, a causa del nombramiento de los denominados jueces especiales, se están juzgando causas ya juzgadas, sobreseídas o de competencia de un magistrado superior. De este modo, a un mismo tiempo se enfrenta a distintos juicios, en tribunales diversos, por unos mismos hechos que no han sido jamás comprobados. El principio de no bis in idem (no juzgar dos veces lo mismo), establecido en los tiempos más remotos de la Civilización Romana y aplicable en todos los ordenamientos jurídicos contemporáneos, ha sido absolutamente ignorado.
¿Qué explicación medianamente racional o lógica se  puede dar a este militar y a su familia ante las situaciones expuestas? ¿Qué pensamientos y sentimientos pasarán por su mente y corazón al ver el modo como se desenvuelve su situación procesal, en especial cuando en su fuero interno mantiene la tranquilidad de haber cumplido con su deber en hechos acaecidos hace ya más de 30 años?

La actual situación tiene su génesis en determinadas circunstancias históricas; las cuales son, sin duda, sus causas reales.

Chile a inicios de los 70, era un país dominado por la anarquía. Una anarquía producida y patrocinada por el nivel político. El año 1970 es elegido, democráticamente, un candidato marxista. Más allá de no haber obtenido la mayoría absoluta, su elección fue ratificada por los modos constitucionalmente previstos. Entonces el mundo vivía el pleno auge de la Guerra Fría. En dicho escenario, cuando la doctrina y filosofía marxista luchaba con éxito por la hegemonía, en especial en Sudamérica, a través de toda una influencia aparentemente idealista y romántica proveniente de Cuba, la existencia de un gobierno marxista democrático alcanzaba un valor inmenso. Era un hecho inédito. La totalidad de los gobiernos comunistas en el mundo, habían accedido al poder mediante revoluciones, violentamente. El triunfo de Allende proyectó una nueva perspectiva, en forma espectacular, respecto a la propagación de la ideología marxista- leninista. El Presidente Allende y el gobierno de la Unidad Popular se transformaron en un paradigma.    

Al cabo de tres años, en el que el pueblo chileno vivió una de las peores etapas de su historia y las humillaciones más espantosas, donde se violaron todos los derechos humanos, aparecen interviniendo, como reacción, las Fuerzas Armadas y de Orden y, en una acción conjunta, destituyen al gobierno comunista. Así como el triunfo de Allende había sido un gran aliciente para el comunismo mundial, su fin fue visto como un fracaso estruendoso. El avenimiento del Gobierno Militar en Chile, constituye, desde la perspectiva actual, el principio del fin del comunismo soviético.

Este Gobierno Militar, llegado al poder no por un simple golpe de estado, sino en una intervención solicitada por la ciudadanía y los poderes públicos, se transforma, con el paso de los años, en un gobierno cuyo éxito es reconocido en el ámbito mundial. Más allá de los argumentos a favor de la libertad política, es innegable el logro en materias económicas, sociales y de desarrollo. Si a ello se agrega que, tras los plazos fijados en la nueva Constitución Política de 1980, las autoridades militares hacen entrega del poder en total y absoluta normalidad, la realidad del Gobierno Militar es, cuando menos, paradójica.

Estas circunstancias históricas han creado al comunismo mundial la necesidad de estigmatizar, de satanizar, al Gobierno Militar. Desde su perspectiva, el avenimiento y, peor aún, el éxito de un gobierno reaccionario, es algo no tolerable. Y no lo es, simplemente, por cuanto significa la derrota e ineficacia de sus planteamientos. Esto, que hoy, tras la caída del Muro de Berlín, la Cortina de Hierro y la desintegración de la Unión Soviética; parece algo tan obvio, no lo fue durante demasiadas décadas. De hecho, la ideología comunista estuvo siempre dispuesta a defender sus conquistas. El día 11 de Septiembre de 1973, a las tres de la tarde, Radio Moscú ya estaba transmitiendo atentados contra los derechos humanos o que en el Río Mapocho flotaban los cadáveres. No sólo era absolutamente falso, además, era imposible. A esa hora las fuerzas militares recién tomaban las primeras medidas para lograr el retorno a la normalidad republicana.

Desde el primer día se montó una feroz campaña comunicacional destinada a desacreditar al Gobierno Militar, a ocultar la realidad que había antecedido al pronunciamiento. Esta campaña dura hasta el día de hoy. El hecho de un gobierno militar exitoso, que hace entrega del poder de acuerdo a un calendario prefijado, es la antítesis, no sólo de la ideología comunista, sino aún más ampliamente, de la mentalidad y concepción político-partidista en general. 

Don Miguel sabe muy bien todo esto. Sabe que en estos procesos judiciales él está respondiendo por hechos que no sólo le son ajenos e inimputables, sino también, que lo que se busca es una responsabilidad política. Sin embargo, respecto a ella, es el menos indicado para responder. En los años que tuvo participación más allá de la estricta esfera institucional, él era un Oficial Subalterno, esto es, carente de cualquier capacidad de toma de decisiones trascendentes. En cuanto a su actuación personal, no hay nada que, hasta el día de hoy, haya podido reprochársele.

Jueces y actuarios han sido testigos de que nadie hasta la fecha, más allá de las inhabilidades y manifiestas falsedades y componendas de quienes se presentan a declarar, ha hecho ningún cargo formal contra el entonces Teniente Miguel Krassnoff. Los que han pretendido alguna acusación específica, invariablemente han caído en tales contradicciones, equivocaciones y torpes argumentaciones, que simplemente han  hecho inviables esas afirmaciones. Nada hay de horrendos maltratos, de crímenes, de desapariciones de personas ni de nada, porque simplemente aquello jamás fue practicado o ejecutado por este oficial. Su único “pecado”, si se puede denominar así al hecho de encarar frontalmente al terror y a la subversión desde su perspectiva de oficial subalterno dentro de las responsabilidades profesionales asignadas, es haber servido como teniente en la Dirección de Inteligencia Nacional; realidad que él mismo nunca ha negado.

La entrega del Gobierno Militar en 1990 fue, para el entonces Coronel Krassnoff, un hecho de absoluta y esperada normalidad. En la concepción de la carrera militar que él recibió desde que era cadete, jamás estuvo presente el hecho de ejercer cargos políticos. Los militares chilenos son profesionales de las armas, esa es la vocación requerida, ese el objetivo de vida de quienes integran las Fuerzas Armadas. Los militares están, por tanto, al servicio de la Patria y de sus legítimas autoridades.

Esta es y ha sido siempre la tradición chilena. Distinto es el hecho que, en momento de crisis institucional, las fuerzas legítimamente encargadas de la defensa de la Nación deban intervenir para restablecer el orden. Son momentos excepcionales. Por lo mismo, cuando el 11 de Marzo de 1990, el Capitán General don Augusto Pinochet Ugarte hizo entrega del poder supremo, al Ejército y a las Fuerzas Armadas y de Orden, en general, les correspondía retornar a sus labores propias, a la normalidad. Los militares no están para gobernar un país, están para defenderlo, para defender su sociedad, para defender su soberanía, para defender su estado de derecho, para defender su integridad. Existen para defender al pueblo, no para gobernarlo.

Esto, que tan bien entienden los militares, no logran entenderlo los políticos. Para ellos, las Fuerzas Armadas son como un partido político más. Los miran con recelo, temerosos que la comparación entre el presente y el Gobierno Militar les vaya a ser desventajosa. Por lo mismo, su aprobación a lo hecho por los militares, será siempre más tímida que su crítica. El tema de los derechos humanos ha sido, por tanto, una bandera de lucha ampliamente empleada. Por unos, para no salirse del margen de lo políticamente correcto. Para otros, para intentar justificar su propia derrota. No la derrota militar del 11 de Septiembre de 1973, sino la derrota, hoy total y completa, de su ideología; además de su demostrada ineptitud como gobierno durante la Unidad Popular. Y la derrota duele, duele incluso hoy, en que los mismos que fueron terroristas propician el libre mercado.

Los militares, ajenos a estos vaivenes ideológicos, hoy deben responder por dicha sed de venganza, en tanto injusta como dolorosa. Sencillamente, no lo comprenden. 
El Brigadier Miguel Krassnoff jamás mantuvo relaciones con el mundo político. Estaba fuera de su ámbito de interés y de su alcance. En los años del Gobierno Militar, su grado jerárquico lo mantuvo alejado de los políticos que rondaban por el Palacio de la Moneda o por los Ministerios. Posteriormente, cuando por los cargos que le correspondió ocupar tuvo que relacionares con el nivel de conducción político, esta relación se limitó a lo indispensable y reglamentario.

Sin embargo, le sorprende que quienes de uno u otro modo se vieron más beneficiados por el Gobierno Militar, tanto en el plano político, como económico y patrimonial, actúen ahora tan insensiblemente. Le duele que hayan dejado solos a los militares, que no asuman una posición realmente consecuente. Movidos por el oportunismo político, se han negado a exigir el término de toda la farsa judicial en la que él mismo se ha visto arrastrado. Ajenos han quedado el honor y la consecuencia de quienes aspiran a liderar los destinos de la República.


Tampoco don Miguel ha podido ver demasiados abogados y jueces dispuestos a aplicar con puridad el Derecho. Existe una Ley de Amnistía vigente, que, lejos de respetarse, ha sido arbitraria y abiertamente interpretada según las conveniencias. De ella se han beneficiado más de tres mil subversivos confesos de delitos de sangre, pero no se aplica a los presuntos hechos cometidos por militares en el mismo período. Existen principios generales del derecho, como la prescripción, que se aplica a todos los chilenos, con excepción de los militares. 

Hubo un abogado que hace un par de años presentó una querella contra los verdaderos responsables de la violencia política que desembocó en el Pronunciamiento Militar del 11 de Septiembre del 1973. Los querellados eran todos miembros del MIR, comunistas, socialistas, algunos democratacristianos. Le contestaron que si estaba loco, que si conocía las leyes de Chile, que si no se daba cuenta que los delitos en que se fundaba la querella estaban amnistiados y prescritos.
No obstante, a tres décadas de los hechos que supuestamente se investigan, hay muchos oficiales y suboficiales, en ese tiempo tenientes y cabos, que están siendo procesados o condenados. En el peor de los casos, si se admitiera que los hechos de que se acusa son factibles de ser penados por la ley, su responsabilidad penal ya está hace mucho tiempo extinta en virtud de esa institución jurídica esencial llamada “prescripción”, existente en todos los ordenamientos jurídicos del mundo.

Los casos en que el Brigadier don Miguel Krassnoff  está condenado, procesado, o en los que ha sido citado a declarar, se fundan todos en presunciones (indicios indirectos). Sin embargo, ni siquiera respecto a esto se ha ajustado la justicia a un marco mínimo de legalidad. El único nexo que lo une con las supuestas violaciones a derechos humanos o la todavía más frágil y absurda tesis jurídica del “secuestro permanente”, es el hecho de haber servido en la DINA.


Por lo mismo, cada vez que se lo cita a declarar, las preguntas son idénticas. Sólo generalidades, si trabajó o no en la DINA, quiénes eran sus jefes, quiénes sus subordinados. Jamás se le ha inquirido respecto a hechos puntuales, ni siquiera en qué circunstancias podría o no haber conocido al presunto muerto o desaparecido que motiva el juicio.

Por otra parte, a sus abogados se les ha negado en forma reiterada y casi permanente el conocimiento de los sumarios. De los pocos que se tiene conocimiento, se ha podido comprobar que nada incriminatorio hay en ellos. Sin pruebas, ni siquiera simplemente legales, se le ha privado de libertad y se le ha procesado, siempre con el débil fundamento de supuestas “fundadas presunciones".

A pesar de todo, está tranquilo. Le molesta la aberración jurídica que se comete en su contra, pero no está dispuesto a transar en sus valores.

Uno de los hechos que más ha llamado la atención de los diversos magistrado, que los ha incluso irritado, es que el Brigadier Krassnoff jamás ha pretendido responsabilizar a quienes fueron sus subalternos en la DINA. Se ha negado incluso a dar sus nombres. Detrás de esto, por sobre las ventajas que pudiera reportarle, hay para él un tema moral. Dentro de los conceptos más profundos del mando militar, junto con la lealtad, el honor, la disciplina, el valor, la obediencia, está el de la responsabilidad del superior por los hechos de su unidad. Un viejo adagio militar dice que “un comandante es responsable de todo lo que haga o deje de hacer su tropa.” Por algo es comandante. Para algo se es comandante. Es incomprensible, por tanto, que alguien que tuvo mando pretenda posteriormente descargar sus culpas o responsabilidades en quienes fueron sus subordinados.

Para el Brigadier Krassnoff, es inaceptable que los hombres y mujeres que él tuvo la responsabilidad de comandar siendo Teniente, a los 25 años de edad, se vean hoy arrastrados por situaciones que les son totalmente ajenas. Aún cuando esta actitud ha sido también catalogada como de soberbia, hay en ella un gesto de nobleza no siempre visto en situaciones análogas. Algunos  militares que han sido procesados no han dudado, buscando librarse ellos de las acusaciones imputadas, de culpar a sus subalternos o de guardar un cómplice silencio en el momento de exculpar, con fuerza y convicción, sus presuntas y eventuales responsabilidades. De paso, han olvidado cuanto aprendieron de mando y liderazgo desde que estaban en la Escuela Militar o lo que puedan haber aprendido durante sus años de servicio.

El hoy Brigadier don Miguel Krassnoff, no reprocha aquello. Al fin y al cabo, los valores, el honor y la lealtad, son elementos demasiado profundos en el alma humana como para que un tercero pueda entrar a juzgarlos. Sin embargo, si está muy seguro de cuál debe ser su propia actitud. Si cualquiera de los jóvenes que sirvió bajo su mando, cuyo promedio de edad eran los 22 años, hubiera cometido, sin su conocimiento, alguna atrocidad, él es el único responsable de aquello. El que se pretenda hoy que la responsabilidad penal sea individual en una organización disciplinada y jerarquizada, como lo es el Ejército de Chile, es discutible; el que la responsabilidad de mando sea del superior, del comandante en cualquiera de sus niveles de grado jerárquico, es un principio con el cual no se puede ni se debe transar.

Esta  ha sido siempre la piedra angular de la doctrina jerárquica y de la filosofía disciplinaria que ha existido en nuestro Ejército y Fuerzas Armadas. Por lo demás, estos son los conceptos plasmados en los reglamentos de disciplina, instrucción y preparación profesional de sus institutos. ¿Será que en los momentos y circunstancias que hoy se vive en Chile, y desde el prisma con el que se quiere enfocar lo acaecido en Chile hace 30 años, ha hecho cambiar esta doctrina y sus conceptos? Si así fuese, se desconoce alguna disposición legal, institucional o gubernamental que lo haya modificado. Y, de existir, sería algo demasiado grave.

Estos valores los adquirió el Brigadier Krassnoff en su hogar; primera fuente de educación de toda persona. Cuando, a los 14 años, ingresó a la Escuela Militar, se encontró con la grata sorpresa que esos principios morales no solamente eran fomentados por el Ejército de Chile, sino también exigidos. Ver esos valores, aprendidos desde pequeño, consagrados en la profesión escogida; lo hizo sentirse inmensamente realizado. Había una continuidad entre su tradición cosaca y el modo en que ahora estaba llamado a comportarse.

Quizá como un epílogo de esta coherencia, el año 2001 es condecorado por la Sociedad de Veteranos del XV Cuerpo de Caballería de Cosacos con la medalla “Cruz-Insignia Lienz 1945 -2000” . Ella representa el reconocimiento de los veteranos cosacos, combatientes de la Segunda Guerra Mundial, al también cosaco que, sirviendo en el Ejército de Chile, dio testimonio de poseer los mismos ideales que guiaron a los hombres y mujeres entregados para morir, en manos de los comunistas, durante el mes de Junio de 1945, en Lienz, Austria. Estos fundamentos, eternos e invariables en el alma de un cosaco, no son otros que:

DIOS, FAMILIA, PATRIA, HONOR, VALOR, JUSTICIA Y LIBERTAD.




Ciertamente que, en medio de la complejidad que han significado los últimos años, el sueño de visitar la tierra de sus padres ha adquirido cada vez más significado. Se le ha aconsejado y ofrecido incluso la posibilidad de radicarse allá. Sin embargo, la respuesta ha sido invariablemente la misma. Don Miguel Krassnoff Martchenko es y se siente un cosaco, pero, al mismo tiempo, también es y se siente un oficial del Ejército de Chile. Ambas facetas son para él motivo de orgullo. De Rusia, recibió un legado histórico y personal inconmensurable. Lleva en sus venas el viento de la estepa, siente en su piel el olor a sudor del caballo galopando hacia lo eterno. De Chile, recibió su familia, a la que adora con el más hondo amor de hombre; sirvió en su Ejército, alcanzando por sus méritos el grado de Brigadier; ha hecho su vida. No hay contradicción entre ambos aspectos, ambos son comunión, con su vivencia feliz y sus dolores, en la persona de este honorable cosaco Mikhail Semyonovich Krasnov Mártchenko, más conocido como Miguel Krassnoff Martchenko, Brigadier del Ejército de Chile.  


                                  Luis Valentín Ferrada V.
                                    Abogado